septiembre 28, 2025
Para este 2023 se cumplen 55 años de la matanza de Tlatelolco, uno de los hechos más sangrientos registrados en la historia del país. Lo más irónico es que coincide con la conmemoración de la no violencia.

CDMX.- La frase “Ni perdono, ni olvido” se ha convertido en una de las consignas más famosas que tenemos en la historia de nuestro país, pues viene cargada de un acontecimiento histórico que dejó una herida en la historia actual.

La entrada del año de 1968 para México fue una punta de lanza para demostrar que de este lado del océano la modernidad, la decencia y la historia eran una mancuerna única que construía una sociedad digna de presumirse a todos los países (sin importar que estos que estos fueran de habla hispana).

Aún con los movimientos obreros y estudiantiles que inundaban las principales capitales culturales del mundo, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, se perfiló como un sexenio donde «el orden y la rectitud eran el pan de cada día de la sociedad mexicana».

1968 fue el año donde la Ciudad de México se convirtió en la primera sede de los primeros Juegos Olímpicos que tendrán lugar en el continente americano luego de 8 años de haber presentado una candidatura ante el Comité Olímpico Internacional (COI), misma en la que Buenos Aires, Detroit y Lyon se perfilaron como sedes para estos juegos. 

Gracias a los enfrentamientos ocurridos y la forma tan violenta en que la policía reprimió estos primeros choques, entre el 26 al 29 de julio de 1968, varias escuelas inician un paro de labores, obligando a los granaderos a tomar las instalaciones de las escuelas. Para fin de mes, varias de las preparatorias y las vocacionales contaban con presencia del ejército dentro de los planteles.

Durante el 02 de octubre, miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco para asistir a un mitin pacífico convocado por el Consejo Nacional de Huelga, mientras eran vigilados por elementos de Ejército Mexicano ante el temor de que fuera asaltada la Torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Cinco minutos antes de las 18 horas, se dispararon dos bengalas rojas y las 18 horas con 10 minutos, los francotiradores que estaban en el edificio Chihuahua vieron un helicóptero lanzar otra bengala roja y una verde, señal que marcó las horas más horribles para una manifestación pacífica, pues los elementos abrieron fuego confundiendo a los militares que estaban abajo para hacerles creer que los estudiantes habían agredido a los efectivos.

Estos disparos fueron el inicio de una de las matanzas más crueles de la historia reciente y una de las que marcó la historia de la capital.

Muchos de los asistentes trataron de salir del lugar y otros cuantos se escondieron en los departamentos de los inquilinos, pero esto no detuvo a los soldados, que, sin orden judicial entraba a los espacios habitacionales para capturar algunos manifestantes, jóvenes y cualquier persona que tuviera pinta estudiantil.

Poco a poco la Plaza de las Tres Culturas se empezó a llenar de cuerpos, heridos y detenidos que además de ser violentados y despojados de sus ropas, fueron llevados al exconvento situado al lado de la Iglesia de Santiago-Tlatelolco.


Lo mismo pasó con algunos periodistas que estaban en el lugar, pues las fuerzas del órden confiscaron rollos y cámaras para evitar alguna filtración de todo lo que pasó durante la noche del 02 de octubre.

La matanza que se extendió hasta altas horas de la madrugada, tiene un saldo casi desconocido por el público, pero la misma tuvo eco internacional, pues aunque esto no afectó la realización de los Juegos Olímpicos (que estaban a 10 días de comenzar), pues el mismo COI (con sede temporal en el Hotel Camino Real) continuó con la justa al indicar que la violencia no era dirigida a la justa deportiva más importante del mundo.

«Hoy fue un día soleado» es una infame frase acuñada al polémico conductor Jacobo Zabludovsky, la cual, según rumores, enunció al comienzo de uno de sus noticieros tras el Movimiento Estudiantil de 1968. A día de hoy no hay un fragmento grabado que pruebe que Zabludovsky realmente dijo la frase, aunque sí existen diversas crónicas que afirman que lo hizo. Con información de Milenio

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