
Redacción / Quintana Roo Ahora
Cancún.- Ayer las mujeres que salieron a las calles de Cancún dejaron una huella visible e innegable. Y no, no me refiero a la que quedó en la glorieta de «El Ceviche» ni en la efigie de Benito Juárez, vandalizadas por las manifestantes en la marcha por la Despenalización del Aborto. Me refiero a la huella de rabia contenida, de exigencia y, sobre todo, de hartazgo hacia un sistema que no escucha.
Iniciando su recorrido en la avenida Bonampak, las participantes en la marcha tomaron un alto simbólico en la glorieta de “El Ceviche”. Aquí, más allá de los esprays y consignas que posteriormente dejarían su rastro en las paredes, se alzó un mensaje potente: el respeto al derecho al aborto. Es irónico que un lugar que usualmente evoca la convivencia pacífica se convirtiera en un escenario para denunciar la violencia institucional, aquella ejercida desde las oficinas de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado de Quintana Roo (Ceaveqroo) y desde la Fiscalía Especializada en Combate a Delitos Contra la Mujer, presidida por Rebeca Ramos Mejía. «Corruptas y misóginas», gritaban las manifestantes, señalando con firmeza las fallas de las instituciones que deberían protegerlas.





La marcha avanzó hacia su siguiente destino: la explanada del Palacio Municipal. El simbolismo no podía ser más claro. Pintas, pancartas y un paliacate verde decoraron la figura de Benito Juárez, que en esta ocasión no fue emblema de libertad, sino testigo mudo del hartazgo de las mujeres. Mientras las pintas brotaban sobre la fachada del Palacio, las manifestantes no sólo dejaban rastro de su paso, sino también de una historia de lucha que se resiste a ser olvidada.
Y aunque la acción culminó con veladoras encendidas y canciones que resonaron por una hora, su mensaje quedó claro: no hay marcha atrás. Porque cuando las instituciones fallan, las paredes hablan. Y hoy, más que nunca, la sociedad debe decidir si escuchará o simplemente cubrirá las pintas con una capa de pintura blanca.
No hubo incidentes mayores, dicen los reportes. Pero tal vez el verdadero incidente sea no comprender lo que llevó a estas mujeres a prender esas veladoras en primer lugar.