
Redacción / Quintana Roo Ahora
Quintana Roo.- Ignacio Palma, empleado del hotel Dreams Riviera, ha hecho de su rutina un arte de resiliencia. Desde hace meses, su jornada comienza a las 7 de la mañana, cuando el transporte del personal lo deja en Plaza Las Américas Cancún, donde espera una combi que lo lleve a casa tras un agotador turno nocturno. Sin embargo, el 25 de septiembre se convirtió en un día atípico, marcado por la tormenta tropical ‘Helene’.
Aquella mañana, un torrencial aguacero, producto del fenómeno meteorológico, sumió a la ciudad en una situación caótica. No había unidades de transporte público disponibles y las ráfagas de viento hicieron imposible que Ignacio pudiera moverse a pie. Hasta la noche anterior, la gobernadora Mara Lezama había realizado una transmisión en vivo actualizando la situación del huracán, indicando que su trayectoria apuntaba hacia el Canal de Yucatán y Florida. Sin embargo, a las 5:20 horas, el panorama cambió drásticamente cuando se emitió la alerta roja, instando a la población a buscar refugio.

Ignacio, ajeno a este nuevo estado de alerta, compartió: “El capitán nos dijo que si había algo, pero que se iba a desviar a Florida. No sabía que pasaba con el clima. Ahora voy a esperar el autobús a la hora que se pueda”. A su alrededor, muchas personas enfrentaban una realidad similar, varadas en Plaza Las Américas, donde el transporte público escaseaba debido a las calles inundadas y a los árboles caídos por el paso de ‘Helene’.

La gobernadora Lezama confirmó que, aunque el transporte público estaba activo, las condiciones climáticas impedían su funcionamiento a plena capacidad en el norte del estado. Así, al menos 200 personas se vieron obligadas a refugiarse en el centro comercial, esperando a que la tormenta amainara para poder continuar su camino.
David Hernández, un trabajador consciente de la situación, lamentó que su turno comenzara justo cuando las lluvias se intensificaban. “Sabía que estamos en Alerta Roja, pero si no llego a trabajar, ¿quién cubre el turno? Pues me tuve que salir, además nos avisan ya tarde que no habrá transporte”, comentó frustrado.
Plaza Las Américas, en ese momento, se transformó en un refugio temporal para cientos de trabajadores que buscan regresar a casa. Aunque las unidades que transportan al personal de los hoteles continuaban operando, su servicio estaba limitado a este punto del centro de la ciudad.
Mientras los trabajadores esperaban a que la lluvia cesara, la ciudad permanecía encharcada, haciendo casi imposible que las rutas de transporte operaran normalmente. La situación reveló una cruda realidad: en medio de un fenómeno natural, la vida cotidiana de miles se detuvo, dejando al descubierto la vulnerabilidad de quienes dependen del transporte público para subsistir. En este escenario, Ignacio y sus compañeros enfrentan no solo las inclemencias del tiempo, sino también el desafío de encontrar una solución en un entorno cada vez más incierto.