octubre 10, 2024

Redacción / Quintana Roo Ahora


México.- El 2 de octubre de 1968 es una fecha que quedó grabada a fuego en la memoria colectiva de México. Es el día en que el Estado respondió con violencia brutal a las aspiraciones de libertad y justicia de miles de estudiantes. Tlatelolco se convirtió en un terrible campo de batalla, un símbolo de la represión más despiadada en un país que, paradójicamente, se preparaba para mostrarse ante el mundo con los Juegos Olímpicos.

Aquella tarde, la Plaza de las Tres Culturas se llenó de jóvenes con ideales de cambio, estudiantes que habían salido a las calles durante meses exigiendo democracia, fin a la represión y mayores libertades. Eran voces que representaban el futuro, pero fueron acalladas de manera atroz. Las balas que silenciaron aquellas voces resonaron más allá de la plaza, perforaron la consciencia de una nación entera.

El gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz se había mostrado incapaz de dialogar y había optado por la violencia como respuesta a un movimiento legítimo. ¿El resultado? Cientos de muertos, muchos desaparecidos y una sociedad que vio la sombra de la dictadura en un país que se jactaba de ser libre y democrático. Las cifras oficiales minimizaron el horror, pero los testigos y los familiares de las víctimas saben la verdad: la masacre fue descomunal.

A 56 años de distancia, seguimos preguntándonos ¿qué fue lo que realmente pasó? ¿Quién dio la orden? Las respuestas nunca han sido claras. La impunidad sigue pesando en la historia de México como una losa, y el Estado ha sido reacio a reconocer la magnitud de lo sucedido. Pero el 2 de octubre no se olvida porque es un recordatorio constante de lo que puede ocurrir cuando un gobierno deja de escuchar a su pueblo.

Hoy, el movimiento estudiantil del ’68 sigue siendo una fuente de inspiración. Los jóvenes de entonces querían un México mejor, y ese deseo no ha desaparecido. Las nuevas generaciones llevan en su memoria colectiva el eco de aquellas exigencias de justicia, libertad y derechos humanos. El 2 de octubre sigue siendo una herida abierta, pero también es un grito de resistencia.

No olvidamos porque la memoria es la única arma que nos queda frente a la impunidad. No olvidamos porque Tlatelolco es un testamento de la lucha por la democracia que no debe ser borrado por las páginas del tiempo. No olvidamos porque las nuevas generaciones deben saber lo que pasó, para que jamás se repita.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *