Redacción / Quintana Roo Ahora
CANCÚN.- A casi dos semanas del Día de Muertos, el panteón Los Olivos, en la región 99 de Cancún, comienza a llenarse no sólo de flores, sino también de vida. Desde hace unos días, las familias han iniciado las labores de mantenimiento y embellecimiento de las tumbas, con la clara intención de que, para el 1 y 2 de noviembre, los espacios donde descansan sus seres queridos estén en perfecto estado. Este cementerio, uno de los más visitados en la ciudad durante estas festividades, se convierte en un reflejo de la conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Pintura de criptas, arreglo de bóvedas, y la colocación de flores frescas han sido las actividades predominantes. En cada rincón del panteón se percibe ese aire de solemnidad, pero también de cariño, porque, al final, de eso se trata el Día de Muertos: de honrar, pero sobre todo, de recordar. Aunque el tiempo pasa, el compromiso con quienes ya no están sigue siendo fuerte; en cada brochazo y cada flor depositada, hay una historia, una memoria que permanece viva.
Este ir y venir de personas en Los Olivos nos recuerda que, más allá de ser una tradición, es una oportunidad para reencontrarse con aquellos que se han ido. No es solo la limpieza, es el preparar el espacio donde se llevará a cabo una especie de reunión familiar, donde las ausencias se llenan con recuerdos y el dolor se transforma en gratitud.
La administración del panteón, consciente de la importancia de estas fechas, ha dado un paso más allá este año. Además de asegurar el buen estado del lugar, se están organizando eventos especiales que buscan reforzar el sentido de comunidad. Actividades que, más allá de lo lúdico, invitan a los cancunenses a revivir las raíces de esta tradición. Porque el Día de Muertos no es solo un evento, es un momento de encuentro, no solo entre vivos y muertos, sino entre los propios vecinos, entre las familias.
Esta fecha, tan emblemática en todo México, cobra un significado particular en Cancún, una ciudad relativamente joven, pero que ha sabido adoptar con fuerza esta tradición. Entre la nostalgia y la esperanza, las familias cancunenses no sólo lloran la partida, sino que celebran la vida y la memoria de quienes se fueron. Aquí, en Los Olivos, cada flor fresca y cada lápida pintada es un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, el amor por los que ya no están sigue floreciendo.
