Paso En Falso
El PRD, aquel que alguna vez representó una voz de cambio en la política mexicana, hoy enfrenta un destino polarizado en dos estados clave: Quintana Roo y Tabasco. La paradoja es dolorosa y contundente; mientras que en uno muere sin ceremonias, en el otro aún respira, aunque sea con ayuda asistida. Un partido que, tras no alcanzar el porcentaje mínimo de votos en las últimas elecciones, pierde su registro a nivel nacional y se enfrenta ahora a la dura realidad de su relevancia —o la falta de ella— en cada rincón de México.
En Quintana Roo, la sentencia ya fue dictada. El Instituto Electoral de Quintana Roo (Ieqroo) le negó recientemente el registro estatal, un golpe amargo aunque predecible. Con apenas un 2.5% de la votación, el PRD no logró siquiera rozar la línea que lo mantendría con vida en esta entidad. Las causas parecen obvias: candidatos débiles, sin arraigo y en muchos casos desconocidos. Casi todos los cargos de elección popular los dejaron en el último lugar, y donde tuvieron una oportunidad, como en Felipe Carrillo Puerto, la desperdiciaron. En política, los errores se pagan caro, y el PRD en Quintana Roo ha sido eliminado, tal vez para siempre, del tablero.
Pero mientras en Quintana Roo el sol del PRD se oculta, en Tabasco aún se vislumbra un atisbo de esperanza. Con un 6% de la votación, cumplieron con los requisitos y mantuvieron su registro estatal. Aquí, la dirigencia mostró un rostro distinto, más comprometido, tal vez más organizado, lo suficiente como para mantenerse a flote en el intrincado juego de la política local. El contraste es revelador; evidencia cómo la voluntad de sus miembros y el trabajo de las dirigencias marcan la diferencia en la supervivencia de un partido. No se trata sólo de cifras, sino de lealtades y de convicciones, de tener una militancia que crea y actúe, que sostenga el proyecto con algo más que nostalgia.
La crisis del PRD en Quintana Roo refleja una tendencia generalizada de desbandada y apatía. Muchos de sus militantes abandonaron el barco hace tiempo, mientras otros se quedaron, pero sin hacer gran cosa. Tal vez el problema va más allá de una elección y nos habla de la falta de una verdadera oposición, una que no se limite a reaccionar, sino que proponga, que en verdad represente un contrapeso a la llamada 4T. Porque en tiempos donde los contrapesos son necesarios, la caída de un partido que fue símbolo de la izquierda plantea una pregunta incómoda: ¿qué quedará del PRD más allá de sus siglas?
Este final, al menos en Quintana Roo, marca el cierre de una era. Nos queda preguntarnos si de sus cenizas surgirá un nuevo movimiento de izquierda que retome los ideales de un PRD que alguna vez fue referente nacional. ¿Podría un nuevo grupo, comprometido y conectado con las causas sociales, ocupar el vacío que deja? Quizás es momento de una izquierda renovada, que se libere de las ataduras del pasado y se atreva a ser auténticamente progresista.
Por ahora, el PRD da dos imágenes distintas en la política estatal de Quintana Roo y Tabasco, y queda la reflexión sobre lo que pudo haber sido y lo que, en algún momento, tal vez aún puede llegar a ser.