Paso En Falso
Felipe Carrillo Puerto, históricamente un municipio maya conocido por su tranquilidad, hoy enfrenta una crisis de violencia sin precedentes. La seguridad que alguna vez definió a esta región se ha visto brutalmente interrumpida. Los recientes homicidios y desapariciones son el reflejo más evidente de una administración que ha fracasado en garantizar la paz y el orden.
El asesinato de un alto mando de la policía municipal, sin resultados en la detención de los responsables, es solo una muestra del descontrol que impera. Pero la gota que ha colmado el vaso fue el levantón de una madre y su hija en Tihosuco, apenas ayer. En un municipio donde la violencia antes era excepcional, estos casos parecen volverse la norma, y la respuesta de la presidenta municipal, Mary Hernández, es cada vez más insuficiente.
Los números no mienten. Durante 2023, el municipio cerró con un aumento de 428% en homicidios dolosos. Cifra escalofriante que deja en claro que la situación está fuera de control. El incremento en asesinatos y desapariciones apunta directamente a una autoridad que no solo ha sido incapaz de contener la violencia, sino que parece desbordada por el caos.
El atentado contra Manuel Sierra y su hijo, el regidor electo Brayan Manuel Sierra Barrios, en julio, es un recordatorio de que el crimen ya no respeta ni a los actores políticos locales. Y los hechos violentos siguen acumulándose: balaceras en Polyuc, Santa Rosa y Tuzik; homicidios de jóvenes y comerciantes que, en defensa propia, han tenido que tomar justicia en sus manos. El tejido social está desmoronándose, y la administración de Hernández parece inoperante.
A pesar de esta evidente crisis de seguridad, Mary Hernández sigue en su puesto. Su permanencia parece estar más ligada a las relaciones políticas de su esposa, Johana Acosta, dirigente estatal de MORENA, que a su capacidad de gobernar. La percepción general en las calles es clara: la presidenta no puede con el peso de su administración.
La violencia no es el único lastre de su gobierno. Las acusaciones de corrupción, empresas fantasma y obras con sobrecostos solo agravan la situación. La falta de transparencia y la incapacidad de gestionar adecuadamente los recursos públicos han dejado a un municipio sumido en la desconfianza.
El crimen organizado ha encontrado en Felipe Carrillo Puerto un terreno fértil para extender su influencia. Y mientras tanto, la administración de Mary Hernández parece estancada, sin respuestas contundentes ante una situación que empeora día con día.
Ante este panorama, la sociedad demanda un cambio. No se trata solo de exigir la renuncia de la presidenta por razones políticas, sino por la evidente incapacidad de su administración para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. El pueblo merece algo mejor, y la renuncia de Hernández no sería más que un primer paso en la ardua tarea de devolver la paz a Felipe Carrillo Puerto.