Paso En Falso
En el complejo tejido político de Quintana Roo, donde los discursos suelen ser más coloridos que las acciones, pocos nombres son tan controvertidos como el de Issac Janix. Alguna vez visto como un líder emergente de la sociedad civil, se ha transformado en un personaje cuya carrera es una tragicomedia de ambiciones truncadas y ética volátil. Su reciente regreso al gobierno estatal, bajo la administración de Mara Lezama, nos deja con una amarga reflexión: ¿a qué precio regresan aquellos que han fallado una y otra vez en su rol de servidores públicos?
Recordemos uno de los episodios más lamentables en la carrera de Janix: el operativo del 9 de noviembre, conocido como el 9N, en el que fuerzas de seguridad agredieron brutalmente a feministas y periodistas en plena manifestación pacífica. En su papel de secretario de Gobierno en Benito Juárez, Janix no sólo permitió que sucediera este atropello a los derechos ciudadanos, sino que, en un acto de cobardía política, se deslindó de cualquier responsabilidad. Esa falta de rendición de cuentas, su absoluta incapacidad de reconocer errores en el ejercicio de su función pública, lo han marcado como un funcionario que evade sus compromisos en cuanto la situación se complica.
Recientemente, Janix decidió cruzar una línea que pocos se atreven a cruzar en público, y mucho menos en vivo. En una transmisión, simulando leer un mensaje, se refirió a la gobernadora Mara Lezama con un insulto degradante, calificándola de “perra.” Esta expresión, más allá de su misoginia evidente, revela una alarmante falta de respeto hacia la investidura de la gobernadora, hacia la institución y, por extensión, hacia la ciudadanía que representa.
Entonces, ¿por qué Mara Lezama decide reincorporar a Janix a su administración? Algunos dicen que es un acto de pragmatismo político: mantener a los opositores cerca para minimizar sus riesgos.
Así, Issac Janix ha transitado de ser un líder potencial de la sociedad civil a un hombre que “busca chamba” en cualquier administración que le dé cobijo. Este personaje que alguna vez prometió cambiar el sistema, hoy parece más interesado en sobrevivir dentro de él, aun a costa de su propia credibilidad y la de quienes lo respaldan.
Lo que queda claro es que, mientras el sistema siga permitiendo estos retornos disfrazados de reconciliación, los ciudadanos de Quintana Roo seguirán pagando el precio de tener a figuras mediocres en el poder. El regreso de Janix es una muestra de la laxitud ética que atraviesa la administración pública, y hasta que no haya una exigencia real de parte de la ciudadanía y de sus líderes, las palabras como «honor», «responsabilidad» y «servicio público» seguirán siendo letras muertas en el discurso político.