septiembre 28, 2025


Paso En Falso

La reciente noticia del primer albergue para personas en situación de calle en Cancún suena, en el papel, como un avance digno de reconocimiento. Con una inversión de 2 millones de pesos, el municipio de Benito Juárez ha anunciado un refugio con espacio para 50 personas, además de ofrecerles talleres de superación personal y herramientas para facilitar su reinserción en la sociedad. En un escenario donde a menudo la vulnerabilidad parece invisibilizada, este anuncio podría interpretarse como un paso adelante. Sin embargo, la historia de esta problemática en Cancún nos invita a mirar más allá de los titulares.

Desde hace al menos tres décadas, la presencia de personas en situación de calle ha ido en aumento en las calles de Cancún. Al principio, eran figuras aisladas; hoy en día, el fenómeno es mucho más visible. ¿Por qué? Porque no es sólo una cuestión de carencia material, sino de una crisis de salud mental que ha sido ignorada sistemáticamente. La mayoría de estas personas padecen, al parecer, trastornos mentales que requieren atención especializada, algo que, irónicamente, el nuevo albergue no podrá ofrecer.

Hace años que las voces ciudadanas y de expertos en salud mental han pedido, no un albergue, sino un hospital psiquiátrico que proporcione un tratamiento integral para estos casos. Sin embargo, la respuesta sigue siendo un espacio temporal que más bien parece estar diseñado para “esconder” a estas personas del ojo público en vez de atender sus necesidades de raíz. ¿No estamos, una vez más, cayendo en el mismo ciclo de medidas superficiales?

Por supuesto, los talleres de superación personal son un esfuerzo loable, pero sin una atención médica y psicológica, e incluso psiquiátrica adecuada, ¿cuánto se puede esperar en términos de resultados reales? La falta de un enfoque que aborde las causas subyacentes nos deja con una estrategia paliativa, una fachada que, aunque generosa en intención, se queda corta en alcance.

Entonces, surge la pregunta incómoda: ¿este albergue representa un esfuerzo auténtico por resolver el problema de fondo o es simplemente un recurso cosmético para limpiar la imagen urbana de Cancún? Si realmente queremos una Cancún inclusiva y responsable, es urgente cambiar la narrativa de “ocultar” hacia una de “sanar” y “atender” en profundidad.

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