octubre 26, 2025

Paso En Falso

En Cancún, la extorsión policial no es un caso aislado, sino parte de una narrativa que se repite con alarmante frecuencia. El reciente caso de dos policías acusados de escoltar a un joven hasta un cajero para obligarlo a retirar dinero ha sido desestimado por las autoridades como un «malentendido». Sin embargo, detrás de esta aparente minimización, emerge una problemática mucho más profunda: el miedo. En una ciudad donde el 56.5% de la población ha sido víctima de corrupción policial, de acuerdo con el Inegi, el temor a represalias convierte las denuncias en actos de valentía reservados para unos pocos.

La postura de la presidenta municipal, Ana Paty Peralta, subraya este círculo vicioso. Mientras afirma que se realizará una investigación exhaustiva, también recalca que la falta de una denuncia formal por parte del afectado debilita el caso. Esta respuesta parece ignorar la raíz del problema: ¿cómo esperar que una ciudadanía aterrorizada confíe en las mismas instituciones que, en su percepción, la traicionan? El miedo no es excusa, sino síntoma de un sistema profundamente fracturado.

El incremento de la percepción de inseguridad en Cancún durante el primer trimestre de 2024, posicionando a la ciudad entre las 11 más peligrosas del país, no es un dato aislado, nos revela el Inegi. Es un reflejo de cómo la corrupción y la impunidad erosionan el tejido social. Los «malentendidos», como los llama la alcaldesa, solo sirven para perpetuar la desconfianza en las autoridades y fortalecer un sistema donde las víctimas prefieren el silencio al riesgo de convertirse en objetivos.

El verdadero «malentendido» radica en la narrativa oficial que intenta maquillar un problema estructural con investigaciones que rara vez desembocan en justicia. Si no se toman medidas contundentes, como la depuración de los cuerpos policiales y la implementación de mecanismos efectivos de denuncia ciudadana, Cancún continuará atrapado en un círculo de corrupción, miedo e impunidad. Es momento de exigir acciones reales y dejar de normalizar lo que debería ser intolerable.

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