
Paso En Falso
La reciente propuesta de la Dirección de Protección Civil de Benito Juárez para instalar 10 estaciones hidrometeorológicas en Cancún suena prometedora. Estas estaciones permitirán obtener datos precisos sobre lluvias y vientos, mejorando la capacidad de respuesta ante fenómenos climáticos. En teoría, un paso importante hacia una ciudad más preparada y resiliente. Pero, como siempre, la teoría en Cancún choca con una práctica que lleva décadas ignorando lo evidente: las inundaciones no son culpa de la lluvia, sino de una ciudad que no sabe cómo manejarla.
Cada vez que una tormenta se asoma, las calles de Cancún se convierten en canales improvisados que rivalizan con Venecia, pero sin el glamour ni los gondoleros. Y mientras que la narrativa oficial suele señalar a los ciudadanos por tirar basura y obstruir el drenaje, esa es solo una parte del problema. Porque sí, es un tema de cultura cívica, pero sobre todo es un tema de infraestructura. Una ciudad que ha crecido de manera descontrolada, con una planeación urbana deficiente y drenajes que parecen más decorativos que funcionales.
Aquí es donde el discurso de Ana Paty Peralta, nuestra actual presidenta municipal, pierde fuerza. Porque si bien hoy carga con el peso de estas fallas estructurales, no podemos olvidar que fue una figura central en la administración pasada, cuando el problema tampoco recibió la atención que merece. ¿Cuántas lluvias más necesitamos para que las autoridades dejen de poner curitas a una herida que ya está infectada?
Las estaciones hidrometeorológicas son una herramienta útil, pero su utilidad real depende de que los datos que proporcionen sirvan para algo más que conferencias de prensa. Es necesario que estos datos impulsen un plan integral de drenaje y urbanización, que incluya acciones inmediatas y a largo plazo. De nada sirve saber con exactitud cuánto lloverá si no podemos garantizar que el agua tenga a dónde ir.
Mientras tanto, los ciudadanos seguiremos navegando en calles que deberían ser para autos, no para kayaks. Y con cada nueva inundación, el descontento fluirá, como el agua, hacia una administración que parece más preocupada por las apariencias que por las soluciones de fondo.