Paso En Falso
La reciente aprobación en el Senado de la reforma a la Ley Federal del Trabajo para regular los derechos laborales de trabajadores de plataformas digitales ha sido presentada como un avance histórico. Con 113 votos a favor en lo general y 80 en lo particular, se busca garantizar que repartidores y conductores puedan acceder a prestaciones como seguridad social, vacaciones y aguinaldo. Sin duda, este es un logro en un país donde el trabajo informal es una constante. Sin embargo, detrás de esta promesa de justicia laboral, surgen preguntas que merecen atención.
Uno de los temas más delicados es el impacto económico que esto podría tener en los usuarios. Es ingenuo pensar que las empresas absorberán el costo de estas nuevas obligaciones sin trasladarlo, directa o indirectamente, a los consumidores. Plataformas como Uber, Didi o Rappi han demostrado ser altamente adaptativas para proteger sus márgenes de ganancia. ¿Terminará esta reforma por encarecer los servicios? Si las tarifas suben, ¿quién realmente pagará los derechos laborales? La respuesta más probable es: nosotros, los usuarios, con cada viaje o entrega que solicitemos, los cuales probablemente, serán cada vez menos…
Otro punto crítico es la implementación y la supervisión. Aunque el dictamen estipula sanciones claras para las empresas que incumplan, la realidad mexicana está llena de ejemplos de reformas bien intencionadas que se quedan atrapadas en un limbo burocrático. ¿Qué organismo vigilará que las plataformas cumplan con los contratos y prestaciones? ¿Cómo se garantizará que las denuncias de los trabajadores no se diluyan entre trámites interminables? La experiencia con instituciones como el IMSS y el SAT no invita al optimismo.
Por último, aunque las organizaciones como Repartidores Unidos de México celebran este avance, ellos mismos han señalado que estarán vigilantes. Su desconfianza hacia sindicatos y actores externos refleja un problema mayor: la falta de una cultura de cumplimiento en México. Si la reforma quiere ser algo más que un papel bien escrito, deberá demostrar que no es sólo un alivio para la conciencia social del gobierno, sino un cambio real para quienes trabajan día a día en las calles. De lo contrario, corremos el riesgo de que la reforma sea recordada más por sus promesas que por sus resultados.