febrero 7, 2025

Paso En Falso

La alcaldesa Ana Patricia Peralta de la Peña ha intentado vendernos la idea de que la depuración en la policía de Cancún es una señal de que las cosas están mejorando. Casi 150 elementos removidos, otros tantos suspendidos y algunos arrestados suenan a un esfuerzo genuino, pero la realidad nos golpea en la cara: la gente sigue sin confiar en la policía. Lo que sucedió en el hotel RIU es apenas una muestra de lo que los ciudadanos viven todos los días, con policías que parecen más ocupados en abusar de su poder que en proteger a la población.

La estrategia oficial es deslindarse: los malos elementos son retirados, las investigaciones están en marcha, los videos están editados. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿por qué siguen ocurriendo estos abusos? La narrativa oficial pretende hacernos creer que todo se soluciona con un proceso administrativo, cuando la percepción en las calles es que la policía no es una garantía de seguridad, sino un riesgo en sí misma.

Ahora nos hablan de cámaras corporales como la gran solución. La licitación está en camino, nos dicen, y con eso se busca garantizar la transparencia. ¿Cuántas veces hemos escuchado promesas similares? En teoría, el problema se resolvería con tecnología, cuando lo que realmente falta es una depuración a fondo y una reforma estructural que termine con la corrupción interna. De nada servirán las cámaras si los policías siguen siendo juez y verdugo en las calles, si las sanciones son meras cifras para presumir en ruedas de prensa.

La ciudadanía no desconfía de la policía por capricho, sino por experiencia. No basta con prometer que habrá consecuencias cuando la impunidad sigue reinando. No basta con remover elementos si el problema es el sistema que los protege. Mientras la seguridad siga siendo un discurso y no una realidad, la gente seguirá viendo a los policías con miedo, y no con confianza.

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