
Paso En Falso
La incorporación de figuras como Juan Carrillo Soberanis a las filas de la autodenominada Cuarta Transformación es, por decir lo menos, alarmante. Este personaje, que fue impulsor de una de las leyes más represivas en la historia reciente de Quintana Roo, la Ley de Cultura Cívica aprobada en 2014, representa todo lo que el movimiento de Andrés Manuel López Obrador prometió erradicar: el autoritarismo, la represión violenta y el desprecio por la libertad de expresión.
Con esa ley, Carrillo –entonces priista y aliado cercano de Beto Borge– legitimó el uso de la fuerza pública contra cualquier manifestación que incomodara al poder, prohibiendo bloqueos y restringiendo protestas en lugares clave como sitios turísticos. Además, los organizadores debían notificar con 48 horas de anticipación para recibir autorización, como si el derecho a la protesta fuera una concesión del gobierno y no un derecho humano inalienable. En otras palabras, se institucionalizó el amordazamiento ciudadano.
Lo más irónico es que Carrillo, desde su puesto en el PRI, orquestó sabotajes contra López Obrador durante su campaña presidencial (brincó al Verde en 2021), pero hoy se acomoda en las filas de la 4T como si su historial represivo no fuera más que un malentendido. ¿Qué mensaje envía esto? Que en la política mexicana, las lealtades se compran y el pasado se borra con la conveniente etiqueta de “alianza estratégica”.
La transformación prometida no puede sustentarse en la incorporación de figuras como Carrillo, cuyo legado es un atentado contra los derechos fundamentales. La 4T se enfrenta al reto de ser congruente o terminar convertida en aquello que tanto criticó: un régimen que prioriza el poder sobre los principios. ¿Hasta dónde llegará esta amnesia selectiva? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, el mensaje para los ciudadanos parece claro: la memoria del sistema se ajusta a sus intereses.