Redacción / Quintana Roo Ahora
NUEVA ZELANDA.- El mundo de la literatura y el entretenimiento enfrenta una sacudida monumental con las recientes acusaciones contra Neil Gaiman, autor icónico de obras como Coraline, The Sandman y American Gods. Una investigación publicada por Vulture destapó cuatro nuevas denuncias de abuso sexual que se suman a las cinco previamente conocidas, colocando al escritor británico en el ojo del huracán mediático.
Las denuncias abarcan décadas, con testimonios que describen encuentros marcados por manipulación, violencia sexual y abuso de poder. Las edades de las presuntas víctimas oscilan entre los 18 y 30 años en el momento de los hechos, mientras Gaiman, en su mayoría, ya rondaba los 40 y 50 años. Uno de los casos, ocurrido en 1986, se remonta a sus primeros años como escritor, lo que apunta a un patrón de conducta que, según las denunciantes, ha sido sistemático.
El testimonio que conmocionó a todos
Scarlett Pavlovich, una de las presuntas víctimas, ofreció un relato desgarrador. Según su testimonio, fue invitada a cuidar de los hijos de Gaiman en Nueva Zelanda, pero lo que parecía un simple encargo laboral se transformó en una experiencia traumática. La joven describió cómo el autor la agredió sexualmente tras insistir en que se relajara en una bañera al aire libre, una escena que Pavlovich calificó como “terror sutil convertido en pesadilla”.
En otra denuncia, Katherine Kendall relató un incidente en el autobús de una gira literaria en 2012, donde Gaiman, tras meses de coqueteo digital, la arrinconó y exigió un beso. Aunque ella no cedió, las secuelas psicológicas fueron tan graves que el autor intentó “reparar el daño” entregándole 60 mil dólares para terapia, según Kendall.
El abuso de poder como constante
Las denuncias describen una constante: el uso de su posición de poder y celebridad para manipular a mujeres jóvenes, admiradoras o colaboradoras. Kendra Stout, quien inició una relación con Gaiman a los 18 años, reveló que esta se tornó violenta y dolorosa, mientras Brenda, otra víctima, lo acusó de haberla sometido a un ritual de dominación emocional tras un encuentro en la Convención Mundial de Terror.
Los relatos comparten un patrón inquietante: un Gaiman que alternaba entre el carisma público y la coerción privada. La frase “soy un hombre muy rico y estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero”, dicha a Kendall, resume el poder estructural que permitió al autor presuntamente abusar de su influencia.
Un debate necesario en la industria creativa
Estas acusaciones han reabierto el debate sobre cómo la fama puede blindar a figuras públicas de las consecuencias de sus actos, perpetuando ciclos de abuso en la industria cultural. El caso de Neil Gaiman, cuya obra ha explorado mundos fantásticos y oscuros, se convierte ahora en una cruda metáfora de una realidad igualmente tenebrosa.
Mientras el autor permanece en silencio, la pregunta que se cierne sobre el panorama cultural es si esta será otra historia donde el poder y la impunidad prevalezcan, o si, finalmente, las voces de las víctimas tendrán la última palabra.
