octubre 28, 2025

Paso en Falso

En Cancún, hay un secreto a voces: las terminales de autobuses de tercera categoría en la zona del Crucero y sus alrededores son verdaderos ataúdes sobre ruedas. No cumplen con los mínimos requisitos de seguridad, operan al margen de la ley y, sin embargo, siguen funcionando con total impunidad. Las autoridades, esas mismas que se llenan la boca con discursos sobre movilidad y bienestar, parecen hacerse de la vista gorda. ¿Es desidia o hay algo más? Tal vez sea una mezcla de ambas. Lo cierto es que estas unidades, que alguna vez fueron autobuses comerciales y ahora son chatarra con ruedas, siguen transportando a los sectores más vulnerables de la ciudad, porque simplemente no hay otra opción.

El negocio es redondo. Autobuses que ya no pueden operar en rutas formales son adquiridos en segunda o tercera mano, parchados con mecánica improvisada y puestos a rodar hasta que la gravedad haga lo suyo. Motores sobreexplotados, asientos destruidos, sin aire acondicionado ni baño, cinturones de seguridad inservibles y, lo peor, sin garantía alguna de que llegarán a su destino. Todo esto lo saben las autoridades de transporte, lo sabe el gobierno estatal y municipal, y sin embargo, se lavan las manos mientras miles de personas ponen su vida en riesgo cada día.

Pero claro, aquí la tragedia tiene rostro de pobreza. No es la élite política la que toma estos autobuses rumbo a Tabasco, Chiapas, Oaxaca o cualquier rincón olvidado del país. Son obreros, albañiles, empleadas domésticas, gente que sostiene la economía de Cancún pero que, a los ojos del gobierno, son ciudadanos de segunda. Se les permite viajar en estas condiciones porque no tienen opción, porque pagar un ADO es un lujo imposible cuando la prioridad es mandar dinero a casa para que sus familias coman. Y así, entre la indiferencia y la corrupción, siguen saliendo autobuses que, con un poco de mala suerte, terminan en un accidente fatal.

La pregunta es, ¿Cuántos muertos más hacen falta para que esto cambie? ¿Cuándo dejarán de ver a estos pasajeros como números y los considerarán lo que realmente son: personas con derechos? Y así, entre discursos huecos y promesas incumplidas, la muerte sigue siendo la única certeza en un boleto de viaje de tercera categoría.

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