
Paso En Falso
Cada vez que la autoridad nos pide confiar en la policía, la realidad nos escupe en la cara con otro escándalo de corrupción. El caso de Gonzalo Alonso Ramírez Duarte, destituido en medio de una investigación por cobros ilegales en el reclutamiento de agentes, es solo la más reciente pieza de un rompecabezas podrido. La pregunta no es cómo pudo pasar, sino cuánto tiempo más vamos a seguir fingiendo sorpresa.
Este no es un caso aislado. Hace apenas unos días, Darinel “N”, subdirector de Seguridad Pública, fue detenido por conducir ebrio y tuvo que ser removido. Antes, en noviembre, otro director fue cesado por “comportamiento inadecuado”, sin que se transparentaran más detalles. Y si echamos un vistazo más atrás, la historia se repite como un guión mal escrito: Jesús Ángel Salas Cruz en 2020, José María Martínez en 2019. Distintas administraciones (Mara Lezama, Ana Paty Peralta), mismos vicios.
A estas alturas, la destitución de mandos ya no es un castigo, sino un trámite. Los corren, los reemplazan y el sistema sigue igual. ¿Dónde están las consecuencias reales? ¿Cuántos de estos funcionarios corruptos terminan en la cárcel? Nos venden la narrativa de la “tolerancia cero”, pero lo único que cambia es el nombre de los involucrados, mientras la impunidad se mantiene intacta.
¿Cómo esperan que confiemos en la policía si la corrupción parece ser su único principio institucional? No basta con cambiar fichas en el tablero, es momento de desmantelar el sistema que permite que los mismos vicios se repitan año tras año. Porque si el cáncer sigue ahí, cambiar de doctor no va a salvar al paciente.