Redacción / Quintana Roo Ahora
CANCÚN.- La violencia en Cancún ha vuelto a dar un golpe brutal. Entre los cuatro cuerpos calcinados hallados el pasado lunes en una zona verde de la colonia El Pedregal, cerca de la avenida Huayacán, se encuentra un empresario originario de Monterrey, Nuevo León. Su crimen es, según las primeras indagatorias, haber sido el blanco de un grupo delictivo que controla el cobro de piso en la zona hotelera.
El empresario, dedicado a la renta de autos, fue privado de la libertad el miércoles de la semana pasada junto con cinco de sus colaboradores. Un comando armado irrumpió en su local y los “levantó”, desvaneciéndose todo rastro de ellos desde ese momento. Sus familias, al no poder contactarlos, acudieron al Ministerio Público para denunciar la desaparición, lo que activó las fichas de búsqueda.
El macabro hallazgo ocurrió el lunes por la tarde, cuando las autoridades encontraron cuatro cuerpos dentro de un Jeep y un Mercedes Benz, a unos 100 metros de la avenida Huayacán, en un camino de terracería. Los peritos determinaron que las víctimas fueron asesinadas a balazos antes de que les prendieran fuego, un modus operandi que no solo busca eliminar pruebas, sino enviar un mensaje claro: el crimen organizado sigue marcando territorio.
En la escena, la Fiscalía aseguró diversos indicios, entre ellos casquillos percutidos de calibre 9 milímetros y algunas prendas de vestir, las cuales se sumaron a la carpeta de investigación. La línea principal apunta al cobro de piso, un flagelo que, lejos de disminuir, sigue dejando huellas de terror en el sector empresarial de la entidad.
De acuerdo con las pesquisas, los secuestradores llevaron a sus víctimas a un domicilio del ejido Alfredo V. Bonfil, donde se perdió la geolocalización de sus teléfonos. A partir de ese momento, el desenlace era predecible.
La espiral de violencia en Cancún no es casualidad. Los empresarios que intentan operar sin pagar cuotas al crimen organizado terminan siendo parte de esta estadística mortal. Mientras tanto, la exigencia de justicia se enfrenta a la cruda realidad de una investigación que, como muchas otras, podría diluirse en la impunidad.
