Redacción / Quintana Roo Ahora
El silencio es la mejor herramienta para quienes buscan desaparecer las voces que incomodan. Pero hay quienes, pese a los ataques, las amenazas y la intimidación, se niegan a callar. Tal es el caso de Adela Jiménez, exdirectora del Grupo Especializado en Atención a la Violencia Familiar y de Género (GEAVIG) en Cancún, quien recientemente alzó la voz tras su abrupta destitución.
Jiménez denunció lo que muchas mujeres en el ámbito público enfrentan: una campaña de desprestigio orquestada para desacreditar su trabajo, un despido sin reconocimiento y, lo más grave, la vulneración de su seguridad personal. Que alguien irrumpa en su hogar no es solo una advertencia, es una forma de recordarle que su labor molesta, que su voz desafía estructuras que prefieren que las mujeres sean figuras decorativas y no agentes de cambio.
La exfuncionaria lo deja claro: su lucha no se trata de un cargo, ni de la validación de quienes hoy intentan silenciarla. Se trata de una convicción que trasciende puestos y espacios de poder. “Dicen que es tiempo de las mujeres, pero no de todas”, expresó con amargura, reflejando la cruda realidad de muchas activistas y defensoras de derechos humanos que enfrentan obstáculos cuando su trabajo desafía intereses establecidos.
Este caso no es aislado. Es el reflejo de un sistema que, mientras celebra el avance de algunas, cierra las puertas a otras. Es el recordatorio de que la lucha por los derechos de las mujeres no se detiene cuando incomoda, sino que se vuelve más urgente.
Adela Jiménez sigue en pie. Su voz no se ha apagado. Y en un mundo donde el silencio es la norma, las voces que resisten se convierten en eco de aquellas que aún no pueden hablar.
