septiembre 28, 2025

El asesinato—porque no fue atentado, fue asesinato, y de otra forma no se puede llamar—del secretario de Seguridad Pública de Tulum despierta a un león dormido que se ha venido barriendo debajo de la alfombra desde hace mucho tiempo. La consigna inicial de desconocer todo lo relativo a la inseguridad en el estado, ni siquiera condenar o solidarizarse con las víctimas, le está explotando a la gobernadora. Justo 24 horas después de que, en su programa semanal La Voz del Pueblo, mostrara su fastidio por la campaña en redes sociales que la acusa de “narco-gobernadora” y de no hacer nada por controlar la violencia, ella se defendía a capa y espada de cualquier afirmación al respecto, volviendo a utilizar su ya gastada frase: “Somos un gobierno diferente, un gobierno humanista con corazón feminista”.

Lo cierto es que el escenario que ella misma lanzó de forma anticipada en torno a su sucesión ha generado, desde hace muchos meses, una lucha de poderes que jamás esperó, porque estaba confiada en que su palabra divina era la máxima oración de su apostólico e infalible gobierno. Muchas cosas seguirán ocurriendo en torno a la sucesión; lo que sí está muy claro es que ML jamás permitirá que otra mujer le quite el mérito, el trono de ser ‘la única’ que ha llegado al sillón de Andrés Quintana Roo.

El tema de la inseguridad no es nuevo, viene desde hace años y se ha manejado como siempre, pero, por lo menos en otros tiempos, existía quizá la farsa de la voz de la autoridad en turno condenando los hechos, solidarizándose con las familias e, incluso, marcando presencia en los actos protocolares funerarios.

Todo eso jamás ha ocurrido en estos dos años y medio. Ha estado prohibido mencionar la palabra violencia o inseguridad, y todo se ha circunscrito al discurso de la construcción de una “cultura de paz” que jamás ha sido explicada y, mucho menos, ha permeado en los municipios de manera integral. Los alcaldes pueden tener voluntad o intención, pero el problema es: ¿quién los respalda? Las mesas de seguridad han funcionado como una pantalla sin opinión, sin acción y sin resultados. El tema no pasa por comprar más o menos patrullas. El tema pasa por la voluntad de enfrentar el problema o sentarse a negociar con quien corresponda, a partir de personas autorizadas y capacitadas. Y creo que eso, en el estado, no existe.

En definitiva, lo ocurrido es producto de la pérdida anticipada de un liderazgo que hasta ahora se mantenía férreo, pero que se va diluyendo entre expresiones de deseos y la falta de consolidación del proyecto político que la llevó al poder. No hay un gabinete que contenga, un equipo que arrope y, mucho menos, la voluntad de trabajar propiamente como equipo. No se puede gobernar por Twitter, Instagram o grabando videos con acciones que le corresponden más a un presidente municipal que a la máxima autoridad del estado.

Ahí tenemos el caso de Chetumal: costó tanto encontrar los votos debajo de la mesa para demostrar que se ganó la elección (nadie se lo creyó), para que ahora reconozcan que la ganadora no sirve para nada y ponerse a hacer su chamba… y, para peor, sin ningún tipo de reconocimiento de la ciudadanía.

Faltan más de dos años para las próximas elecciones. Las autoridades municipales, con derecho, no han cumplido aún un año en funciones y ya están pensando en los votos para una posible reelección. La botella de champagne ya se ha descorchado cuando ni siquiera el novio ha pedido matrimonio.

Así estamos en esta fiesta, que ya se ha teñido de sangre. Mi sugerencia es tomar como referencia ese proverbio árabe que dice:

“Siéntate en el umbral de tu casa y verás pasar el entierro de tu adversario, ya que cuando te imagines que alguien te hace algún desagravio, no necesitas buscar una venganza inmediata; el tiempo mismo se encargará de poner las cosas en su sitio, y las personas que hacen daño terminarán viendo cómo ese daño se vuelve en su contra.”

Ya lo decía ese paladín y justiciero por determinación, hábil por entrenamiento y poderoso por naturaleza llamado Kalimán, cuyas expresiones se quedaron grabadas en el imaginario colectivo, donde la justicia y el bien siempre triunfan:

Serenidad y paciencia… mucha paciencia.

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