noviembre 1, 2025

Paso En Falso

En la política, como en el amor, las coincidencias suelen ser demasiado precisas para ser casualidad. Paola Moreno, diputada por Quintana Roo, ha construido su carrera política —y sentimental— entre sombras que parecen diseñadas por el mejor guionista de thriller político, ojo, es lo que se ha dejado ver, no aseguramos nada, pero usted juzgue. Primero fue su presunta relación con el magistrado Heyden Cebada Rivas, justo cuando él tenía en sus manos decisiones judiciales que, casualmente, beneficiaban a la legisladora en su disputa legal contra su ex esposo Emiliano Ramos. Ahora, todo indica que, presuntamente, cambió de alfil: Sergio León Cervantes, ex presidente de Coparmex, empresario con poder y, por si fuera poco, también denunciado por su ex esposa por presunta violencia vicaria. ¿Coincidencia? Difícil de creer.

Ambos, Paola y Sergio, enfrentan denuncias de violencia familiar y abuso de poder. A ella se le señala por violencia física y psicológica hacia la hija mayor de Emiliano y el ex diputado; a él, por someter a su ex pareja y manipular el contacto con sus propios hijos. Catalina Castro, madre de estos menores, ha compartido públicamente su temor ante esta nueva alianza sentimental-política. Y es que cuando dos personas con tal historial unen fuerzas, los riesgos no sólo son emocionales o familiares: son sociales. Porque si bien tienen derecho a rehacer su vida, no deberían hacerlo a costa de la integridad de menores ni de la manipulación del poder judicial, donde Paola parece moverse con sorprendente soltura.

Más grave aún es el uso cínico y desvergonzado que Paola hace del feminismo. Se arropa en discursos de sororidad mientras bloquea a mujeres que cuestionan su congruencia. Habla de justicia y equidad mientras busca promover leyes hechas a la medida de su presunta actual pareja, favoreciendo intereses empresariales. No hay lucha feminista auténtica cuando se protege a violentadores, ni bandera que justifique el silencio cómplice ante el dolor de otras mujeres. La justicia no debe usarse como herramienta de venganza ni como moneda de cambio en relaciones afectivas con hombres poderosos.

Lo que se juega aquí no es sólo una historia de “amor” mal escrita: es la credibilidad de las instituciones. Mientras Paola y Sergio se pasean por eventos, congresos y ferias internacionales, los menores quedan en manos de nanas y familias, y los ciudadanos nos preguntamos quién defiende a quienes no tienen poder ni tribuna. La política no puede seguir siendo un terreno donde el poder judicial y legislativo se usan como piezas en un tablero de influencias personales. ¿Hasta cuándo permitiremos que el “amor” en el poder se convierta en un arma de impunidad?

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