septiembre 28, 2025

Paso En Falso

La temporada vacacional es, sin duda, un momento de bonanza para Quintana Roo. Cancún se llena de vida, de idiomas distintos, de pasos en la arena y de risas en las albercas. Los números sonríen para el sector turístico, el motor que mantiene encendido el corazón económico del estado. Sin embargo, en medio de esta efervescencia, algo huele mal. No es nuevo, pero duele igual: entre dos y tres menores de edad son atendidos diariamente por intoxicación etílica en la zona de discotecas. La alarma no se apaga con cifras alegres; la bonanza no puede ser excusa para cerrar los ojos.

La diversión, por más rentable que sea, no puede construirse a costa de la salud de los visitantes ni de la integridad de nuestros jóvenes. En pleno 2025, seguir vendiendo alcohol a menores —aunque lleven una pulsera que supuestamente los distingue— es una irresponsabilidad que raya en la complicidad. Las discotecas repletas, los centros nocturnos sin espacio para caminar, el sobrecupo disfrazado de éxito empresarial… Todo esto habla de una cadena de negligencias que, si no se rompe, solo necesita una chispa para convertirse en tragedia.

El turismo es nuestra joya, sí, pero no puede seguir siendo una mina explotada sin reglas claras y sin límites humanos. No se trata de frenar el desarrollo, sino de encauzarlo. ¿Qué sentido tiene ser un paraíso si en el fondo vendemos un infierno disfrazado de fiesta?

Las autoridades municipales anuncian operativos, revisiones y vigilancia. Bien por eso. Pero no basta con estar presentes: hay que actuar con firmeza, con ética, y con una convicción profunda de que la vida —especialmente la de las y los menores de edad— no puede valer menos que una entrada VIP. Es hora de repensar nuestra política turística con perspectiva de cuidado, de salud y de futuro. Porque ningún éxito económico justifica la intoxicación de un adolescente. Ninguno.

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