septiembre 28, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

Guatemala.- En la colonia Ciudad Nueva, el humo ya se disipó, pero el dolor persiste. No por las paredes carbonizadas ni por los objetos reducidos a cenizas, sino por la ausencia de Don Francisco Hernández, un hombre que hizo lo que solo los verdaderos héroes hacen: darlo todo por su familia, incluso su vida.

Tenía apenas 34 años, una esposa, tres hijos y un negocio que, como todo en su vida, había construido con esfuerzo. El pasado 9 de abril, cuando el fuego abrazó su hogar en Mazatenango, Don Francisco no dudó en correr hacia las llamas. No pensó en sí mismo, pensó en ellos. Primero, en rescatar a su esposa y a sus pequeños; luego, en salvar lo poco que tenía, fruto de años de trabajo honesto.

A pesar del dolor, de las quemaduras que marcaron su cuerpo, volvió a entrar a su casa, porque allí quedaban documentos y algo de dinero: símbolos de su lucha diaria. Salió con el rostro ennegrecido y el corazón quebrado. Miró cómo el fuego consumía su historia, pero se quedó ahí, sin moverse, como si su sola presencia pudiera evitar que las cenizas se lo llevaran todo.

Murió horas después, en una cama de hospital, cuando su cuerpo ya no pudo más. Pero su ejemplo no se apagará. Don Francisco no fue solo un padre, fue un escudo, un faro en medio del incendio, un hombre común que actuó con una grandeza inmensa. No necesitó capa ni aplausos, solo amor.

Hoy Mazatenango llora a un vecino, pero honra a un héroe. Porque hay quienes viven para sí mismos, y hay quienes viven –y mueren– por los suyos. Don Francisco fue uno de ellos.

Que nunca se nos olvide su nombre.

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