
Paso En Falso
En Quintana Roo, la democracia parece más una escenografía que un ejercicio real de participación ciudadana. Mientras las y los quintanarroenses luchan por ser escuchados entre carencias de servicios, inseguridad y una creciente desigualdad, la clase política juega a repartirse el poder como si el estado fuera un botín familiar. La voz del pueblo, esa que debiera ser brújula para las decisiones públicas, hoy suena apenas como un murmullo lejano entre las paredes del Palacio de Gobierno, morada de Mara Lezama, donde ya cocinan, sin disimulo, la sucesión anticipada.
La candidatura de Eugenio «Gino» Segura, ese delfín que nada al ritmo que le marca la gobernadora, no es fruto de una construcción social ni de consenso popular. Es una imposición cocinada entre pasillos verdes, con olor a arreglos partidistas y a exclusión de las bases. Lo llamativo es que, en una tierra donde Morena no enfrenta rivales serios, la batalla ya no es contra el PAN o el PRI, sino entre sus propios grupos de poder. La disputa no es por el proyecto de estado, sino por el control del aparato, por las sillas, por las plazas.
Y ahí aparece el nombre de Anahí González, como ficha de cambio. Una presidencia municipal a cambio de aceptar a “Gino” como candidato a gobernador. ¿Y la gente? Bien, gracias. Porque más allá de sus credenciales partidistas o victorias cuestionables, su eventual llegada a la alcaldía de Cancún se plantea no desde las necesidades de la ciudad, sino como premio político. Eso no sólo resulta insultante para una ciudadanía que merece ser escuchada; es también una burla al compromiso democrático que alguna vez prometió la Cuarta Transformación.
Lo verdaderamente alarmante no es sólo el contenido del trueque, sino la lógica que lo sostiene: gobernar no como mandato social, sino como derecho adquirido entre compadres de partido. Si la sucesión ya está pactada, ¿Qué papel juega entonces la ciudadanía? ¿El de espectadora pasiva de una obra que se escribe en otro idioma, en otra lógica, en otro nivel? El peligro no es que “Gino” o Anahí lleguen al poder; el peligro es que lo hagan sin escuchar al pueblo, sin deberse a él, sin construir desde la legitimidad. Y ese silencio impuesto sobre la voz ciudadana puede salir muy caro.