
Parece que en Cancún hay algo más rentable que el turismo: el control de Tránsito. Y Ana Paty Peralta junto a su fiel escudero, Pablo Gutiérrez, lo saben perfectamente. Porque cuando uno piensa que una reestructuración podría significar mejoras para los ciudadanos, llega la política y te recuerda que no, que siempre hay una forma más creativa (y recaudatoria) de acomodar las piezas… pero en su tablero.
La llamada “municipalización necesaria” —ese eufemismo elegante para decir “ahora lo controlamos nosotros”— no huele a reforma, huele a negocio. Porque vamos siendo sinceros: cuando el gobierno local toma el volante de una caja millonaria como la Dirección de Tránsito sin mostrar un solo plan de transparencia, lo último que uno piensa es en semáforos funcionando o agentes capacitados.
No, lo que parece es una maniobra quirúrgica: quitan a los del gobierno estatal, ponen a los suyos, y reconfiguran el sistema de cobro, perdón, de vigilancia vial, para que el dinero siga fluyendo… solo que ahora hacia otras cuentas. Y mientras tanto, los ciudadanos pagan —y no solo con dinero, sino con desconfianza, abusos y ese sabor amargo de saber que nada cambia, excepto quién se lleva la tajada más grande.
¿Dónde está el plan para dignificar a los agentes? ¿Dónde están las cifras diarias de recaudación? ¿Dónde está la rendición de cuentas? Pues en el mismo lugar donde suelen estar las promesas de campaña: guardadas bajo llave.
Y aún así, nos piden que confiemos. Que todo esto es por «nuestro bien». Que es para «poner orden». Claro, como si no supiéramos que el único orden que se está acomodando aquí es el de los intereses de siempre.
Así que, mientras las calles siguen llenas de baches, los retenes se multiplican misteriosamente y las multas aparecen como hongos después de la lluvia, nosotros seguimos viendo esta película repetida. Con nuevos protagonistas, pero el mismo final: el ciudadano paga, y otros se enriquecen.
La próxima vez que te detenga Tránsito, pregúntate si de verdad es por tu seguridad… o si solo estás financiando otro capítulo de esta tragicomedia llamada “gobierno local”.