 
                Redacción / Quintana Roo Ahora
CANCÚN.- Durante más de treinta años, el sueño de unir el corazón de Cancún con su zona hotelera a través de un puente parecía un espejismo. Hoy, ese anhelo de generaciones se materializa con un 76% de avance en la construcción del Puente Vehicular Nichupté, una de las obras de infraestructura más ambiciosas del Gobierno Federal en Quintana Roo.
Fue la presidenta municipal, Ana Paty Peralta, quien encabezó un recorrido por el lugar para constatar el progreso de esta obra que, más allá del concreto y el acero, lleva consigo la promesa de transformar la movilidad urbana de una ciudad que creció sin plan y que hoy exige soluciones a la altura de su ritmo y su gente. Peralta no escatimó en reconocer el trabajo de miles de obreros y técnicos que, bajo el sol del Caribe, construyen más que un puente: construyen historia.
“El puente Nichupté es símbolo de lo que puede lograrse cuando las voluntades se alinean”, dijo la alcaldesa. Y es que esta infraestructura de 8.8 kilómetros, que unirá el bulevar Kukulcán con la avenida Bonampak, no sería posible sin la gestión de la gobernadora Mara Lezama ante el expresidente Andrés Manuel López Obrador y la continuidad del proyecto con el respaldo ya firme de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Pero más allá del discurso político, lo que realmente destaca es el impacto tangible que esta obra tendrá en la vida cotidiana de los cancunenses. Se estima que reducirá drásticamente los tiempos de traslado entre la zona hotelera y el centro urbano, un alivio para miles de trabajadores del sector turístico que cada día cruzan la ciudad para llegar a sus empleos. Además, incluirá una ciclovía –sí, una ciclovía en Cancún– como gesto hacia una movilidad más sostenible y una iluminación moderna que no solo será funcional, sino también estética, con vistas privilegiadas de la laguna Nichupté.
El puente también es un motor económico. De acuerdo con cifras oficiales, la obra ha generado ya más de 8,150 empleos directos y alrededor de 32,600 de forma indirecta. Una bocanada de oxígeno para cientos de familias en tiempos en que el costo de la vida no perdona.
Pero, como todo en este país, también habrá que vigilar que esta obra cumpla con sus promesas. Que no se vuelva otra infraestructura inacabada o sobrefacturada, sino un ejemplo de cómo los grandes proyectos pueden estar al servicio de la gente. Porque en el fondo, eso es lo que realmente transforma una ciudad: cuando el desarrollo no se mide en metros cúbicos de concreto, sino en calidad de vida.
Mientras tanto, el Puente Nichupté sigue creciendo, con cada varilla, con cada turno de los trabajadores, con cada centímetro que acerca a Cancún a una nueva etapa. Una donde moverse sea más fácil, más digno y menos desigual.

 
                                                         
                                                         
                                                         
                                                         
                                                        