septiembre 28, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

ESTADOS UNIDOS.- A veces la política se parece más a una película de acción que a un acto de gobierno. Y si hay alguien que lo entiende como espectáculo, es Donald Trump. Este viernes, entre aplausos y obreros con cascos, en una planta de US Steel al corazón oxidado de Pensilvania, el expresidente volvió a empuñar su arma favorita: los aranceles. Esta vez, doblando la apuesta con un impuesto del 50 % al acero importado. Un golpe directo al comercio internacional… y un guiño sin disimulo a su base electoral.

“Del 25 al 50 %, para que nadie pueda saltar esa valla”, dijo Trump con su ya característica mezcla de bravata y convicción. Una frase que resuena tanto en lo económico como en lo simbólico: un muro de tarifas para proteger lo que él considera “el alma obrera” de Estados Unidos.

La industria del acero ha sido uno de los fetiches más persistentes del exmandatario. Ya lo intentó en 2018 con una oleada de aranceles que desató represalias comerciales, encareció insumos para la manufactura nacional y terminó costándole más de 3 mil millones de dólares al sector automotriz, según cifras oficiales. Pero para Trump, el relato de “América primero” no se dobla ante las cifras. Se fortalece con ellas.

“Si no lo hubiéramos hecho, todo el acero sería ahora extranjero. Y las fábricas, puro polvo y herrumbre”, aseguró el expresidente mientras abrazaba verbalmente a los trabajadores como un pastor que nunca se fue del todo. Y es que más allá del dato duro —los 31.300 millones de dólares en hierro y acero importados en 2024, con Canadá como principal proveedor— lo que está en juego es la narrativa: un obrero feliz, un presidente que lo escucha y una nación que se endurece para no quebrarse.

Pero no solo hubo tarifas en el menú político del día. Trump también dio luz verde a algo que había jurado impedir: la venta de una participación mayoritaria de US Steel a la japonesa Nippon Steel. ¿Qué cambió? Según él, las condiciones. “Me lo seguían pidiendo y yo seguía diciendo que no. Hasta que mejoraron tanto la oferta que se volvió irresistible… para los trabajadores”, dijo, dejando claro que su lealtad no es al capital extranjero, sino a los “hombres de acero” que lo aclamaban.

La llamada “acción de oro” —una cláusula que da al gobierno estadounidense poder de decisión dentro de la empresa— fue el elemento clave para su cambio de opinión. Con ello, Trump puede presentarse como el centinela del acero nacional, incluso cuando permite su asociación con el capital foráneo. “Voy a estar vigilando por ustedes”, prometió como quien dice: ‘no confíen en nadie… excepto en mí’.

El anuncio se cierra con una postal clásica de la era Trump: obreros sobre el escenario, vítores, frases épicas y una promesa de prosperidad tan contundente como incierta. Porque si algo dejó claro su primer mandato, es que los aranceles, aunque populares en el Rust Belt, suelen tener efectos secundarios más profundos que una ovación en planta.

¿Es esto una jugada maestra o una repetición de errores pasados? Como muchas cosas en política, la respuesta dependerá del cristal con el que se mire… y del bolsillo que los pague.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *