septiembre 28, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

ESTADOS UNIDOS.- La rutina de martillos, cascos y concreto fue interrumpida por botas tácticas y chalecos antibalas. Eran poco más de las 7 de la mañana cuando agentes federales irrumpieron en la obra de construcción del complejo estudiantil Perla at the Enclave, muy cerca de la Universidad Estatal de Florida. El saldo: más de 100 trabajadores detenidos por presunta estancia irregular en Estados Unidos. Una postal dura, que combina política migratoria con drama humano y que recuerda que la mano de obra que edifica el futuro muchas veces vive en la sombra.

La operación —la mayor en su tipo en Florida en años recientes— fue ejecutada por la Oficina de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), pero también fue respaldada por un mosaico de agencias federales y estatales: FBI, ATF, DEA, IRS, Patrulla de Carreteras y hasta alguaciles. Todos colaboraron para asegurar una redada quirúrgica en nombre de la «protección de la fuerza laboral legal», según palabras de Nicholas Ingegno, agente especial de ICE en Tallahassee.

Los detenidos —originarios de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Colombia y Nicaragua— se enfrentan ahora a procesos de deportación, y algunos, con cargos penales, serán enviados a la cárcel del condado de Leon, aunque el propio Departamento del Sheriff y la policía local han negado haber participado en el operativo. Una omisión que dice mucho del tipo de tensiones políticas que este tipo de redadas genera incluso entre las fuerzas del orden.

El edificio en cuestión, un complejo de siete pisos que prometía convertirse en hogar para cientos de estudiantes universitarios, se transformó en zona cero del endurecimiento migratorio respaldado por el gobernador Ron DeSantis, alineado con la línea dura del expresidente Donald Trump. Ambas figuras han hecho de las deportaciones una bandera política en plena temporada electoral.

Mientras los agentes conducían a decenas de obreros esposados, otros trabajadores, atónitos, recogían sus herramientas y se retiraban. Varios sitios de construcción en la ciudad suspendieron labores ese mismo día, según testimonios recogidos por USA Today Network. Un miedo silencioso recorrió los andamios de Florida, donde gran parte del sector construcción depende de manos migrantes, muchas de ellas sin papeles, pero con experiencia, disciplina y jornadas extenuantes sobre los hombros.

La pregunta que queda en el aire —como polvo de cemento tras el paso de un martillo neumático— es si las políticas de mano dura realmente protegen empleos o si terminan debilitando sectores clave como la construcción. Porque más allá de las cifras y las declaraciones oficiales, lo que ocurrió ayer en Tallahassee no fue solo una redada: fue una sacudida al corazón mismo de quiénes sostienen, con sudor y esperanza, la infraestructura del llamado sueño americano.

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