septiembre 28, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

CDMX.- En un país donde ser uno mismo sigue siendo un acto de valentía, los datos más recientes revelan una juventud que se nombra, se visibiliza y exige existir sin miedo. De acuerdo con el Balance Anual 2024 de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), al menos cinco millones de personas mayores de 15 años se reconocían como parte de la población LGBTI+ en 2021, una cifra tan reveladora como política.

Pero lo que más llama la atención —y esperanza— es lo que ocurre entre quienes están construyendo su identidad: los adolescentes. REDIM señala que el grupo de 15 a 19 años concentra el mayor porcentaje de personas LGBTI+ en el país, con un asombroso 15.6%. Es decir, uno de cada seis adolescentes se identifica como parte de esta comunidad. Una generación que no solo está saliendo del clóset, sino también del silencio impuesto por siglos de prejuicio.

Este dato no es menor. En un México que aún arrastra prácticas discriminatorias, discursos de odio y legislaciones que no siempre protegen, que uno de cada seis jóvenes tenga la libertad —y la osadía— de reconocerse diverso habla de una transformación cultural profunda. Habla de redes de apoyo, de padres que escuchan, de escuelas que se transforman, y de un activismo incansable que ha abierto camino entre la intolerancia.

Sin embargo, visibilizarse sigue teniendo riesgos. Ser joven y LGBTI+ en México implica enfrentar no solo los desafíos propios de la adolescencia, sino también una violencia estructural que se traduce en bullying escolar, falta de acceso a la salud con enfoque de género, y en los peores casos, en crímenes de odio que quedan impunes. No basta con saberse parte de una estadística creciente, hay que asegurarse de que esa visibilidad venga acompañada de derechos garantizados y entornos seguros.

REDIM, al colocar estos datos sobre la mesa, no solo hace un recuento numérico: lanza un llamado urgente a quienes toman decisiones. Si la juventud se nombra con orgullo, las políticas públicas deben responder con respeto. Si uno de cada seis adolescentes es LGBTI+, entonces uno de cada seis merece una escuela libre de discriminación, una consulta médica sin prejuicios, una familia que acompañe y un gobierno que no dé la espalda.

Porque no basta con contar cuántos son. Hay que contar con ellos. Y sobre todo, hay que proteger su derecho a ser, a amar y a existir en libertad.

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