septiembre 29, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

CDMX.- Dicen que por amor se hacen locuras, pero hay líneas que cuando se cruzan dejan de ser románticas y se convierten en delitos. Esta semana, dos episodios de violencia en pareja dejaron una lección urgente sobre los vínculos que duelen más de lo que acompañan. En la Ciudad de México y en Monterrey, mujeres agredieron a sus parejas —ambos hombres— con armas blancas en medio de discusiones que escalaron más allá de las palabras.

En el primer caso, una ciudadana rusa protagonizó una escena que parecería sacada de un thriller psicológico. En plena colonia Bosques de las Lomas, alcaldía Cuajimalpa, la mujer atacó a su esposo —un hombre de la tercera edad— nada menos que con un machete de 15 centímetros. El motivo: una discusión que pasó de gritos a destrozos, y terminó con el filo de la violencia física.

Los vecinos, alarmados por los gritos que atravesaban las paredes, llamaron a la policía la noche del jueves 26 de junio. Cuando los agentes llegaron, el hombre les explicó que su pareja primero lo insultó y golpeó, y después sacó el machete para continuar la agresión. La Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX confirmó los hechos y señaló que, tras asegurar el arma, la mujer fue detenida e informada de sus derechos antes de ser puesta a disposición del Ministerio Público.

Mientras tanto, al norte del país, Monterrey no se quedó atrás en este oscuro recuento. Frente a la estación Félix U. Gómez del Metro, una pelea de pareja también terminó con sangre. Según los primeros reportes, la discusión ocurrió en la vía pública y bajo los efectos del alcohol. En medio de gritos y reproches, la mujer agredió al hombre con un arma blanca, causándole al menos dos heridas: una en las costillas y otra en la pierna.

Paramédicos de la Cruz Roja acudieron para atender al herido, cuya identidad no ha sido revelada. Hasta el momento, no se ha confirmado si la agresora fue detenida, pero las autoridades ya abrieron una investigación para esclarecer los hechos.

Ambos casos, aunque distintos en sus contextos, exponen una misma raíz: relaciones atravesadas por la violencia, donde el amor —si es que aún queda algo de él— ya no sana, sino que hiere. Porque ni los celos, ni los enojos, ni el alcohol justifican levantar un arma contra quien se dice querer.

Y es que mientras no entendamos que el amor que lastima no es amor, seguiremos contando historias como estas: de corazones rotos y cuerpos heridos, en nombre de algo que hace tiempo dejó de ser cariño y se convirtió en peligro.

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