septiembre 29, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

CANCÚN.- El eco de los pájaros y el crujir de los árboles podrían ceder una vez más ante el zumbido de las retroexcavadoras. Vecinos de las supermanzanas 33 y 34 denuncian que la Diócesis de Cancún-Chetumal prepara una nueva expansión de la Catedral de la Santísima Trinidad, enclavada desde hace dos décadas en el corazón del Ombligo Verde, una reserva ecológica municipal que, irónicamente, sobrevive a duras penas entre cemento, ruido y presiones clericales.

Bettina Cetto, una de las primeras residentes de la zona, no oculta su molestia: “El problema no es de hoy. La catedral está completamente fuera de lugar, en medio de una zona ecológica municipal protegida y rodeada de súpermanzanas habitacionales. Los vecinos llegamos hace muchísimos años, compramos con ilusión nuestra propiedad para ahí vivir en paz con nuestras familias y esto. por lo menos veinte años antes de que apareciera por ahí la Prelatura, y en ningún plan de desarrollo urbano estaba marcado que ahí surgiría un templo, y menos, una catedral. Es aberrante.»

El conflicto, como muchos en Cancún, no es nuevo, pero sí persistente. El terreno donde se asienta hoy la Catedral fue parte de una cesión cuestionada a principios de los 2000, cuando FONATUR –entonces todopoderoso en el diseño urbano de la ciudad– otorgó dos hectáreas a la Iglesia, pese a que ese espacio ya tenía vocación de parque. Desde entonces, la historia ha estado salpicada de enfrentamientos ciudadanos, acusaciones de favoritismo institucional y un patrón de imposición que, según los vecinos, se repite cada vez con más descaro.

Uno de los momentos más álgidos ocurrió en 2010, cuando bajo el pretexto de conmemorar el Bicentenario de la Independencia, se intentó construir una plaza monumental justo al lado del Ombligo Verde. Las obras iniciaron sin consulta previa ni estudio de impacto ambiental; bastaron unos días para abrir zanjas de hasta cinco metros de profundidad. Pero la ciudadanía organizada, encabezada por Ombligo Verde, A.C., logró frenar el ecocidio. El proyecto fue detenido y las heridas, aunque visibles, cicatrizaron con reforestación, vigilancia comunitaria y una declaratoria oficial como zona protegida.

Pero como en toda historia que se repite como tragedia, la amenaza regresó. “En 2021, la SEDATU tenía un plan maravilloso para el parque urbano de la Supermanzana 34. Ya se había colocado la primera piedra, se tenían los recursos federales, estatales y municipales. Era una oportunidad para recuperar el equilibrio ecológico en medio del caos urbano. ¿Y qué pasó? La iglesia movilizó a su gente, presionó a autoridades afines, y el proyecto se boicoteó”, relata Cetto.

Los reclamos vecinales también apuntan a la contaminación sonora. Las misas con altavoces, las fiestas patronales, las kermesses… todo eso rompe la paz de un espacio que, en teoría, debería ser sagrado para la naturaleza y no sólo para la religión. «Los Legionarios aquí son completamente irrespetuosos hacia los vecinos. Insisten en hacer kermesses, fiestas y oficiar misa con altavoces. Son ruidosos desde temprano en la mañana hasta entrada la noche», añade Bettina.

El Ombligo Verde es mucho más que un parque; es uno de los últimos pulmones naturales de la ciudad. Sirve de refugio para aves, mamíferos pequeños y plantas endémicas, además de regular el clima local y alimentar los mantos freáticos. Para los vecinos, representa un bastión de identidad, memoria y resistencia.

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