
Redacción / Quintana Roo Ahora
¡Ah, Quintana Roo, tierra de sol, mar turquesa, hoteles de lujo y… utilidades de 50 pesos! Sí, leyó usted bien: 50 pesos fue lo que recibieron como reparto de utilidades trabajadores de hoteles, restaurantes y empresas del sector turístico que, dicho sea de paso, generaron el último año fiscal más de 15 mil millones de dólares en ingresos. Pero parece que para algunos empresarios, el personal vale lo mismo que una propina mal lanzada en la mesa.
Al menos 24 cadenas hoteleras —en su mayoría con socios extranjeros muy duchos en ingeniería contable— entregaron sus carátulas fiscales en ceros al SAT. Y como quien reparte sonrisas, dieron utilidades de entre 17 y 50 pesos. ¡Qué detallazo! Porque, claro, las habitaciones a mil dólares la noche, el cóctel a precio de oro líquido, y la playa privada no generan dinero, ¿verdad?
Pero no solo las grandes empresas se sumaron a esta pasarela de cinismo: también pequeños hoteles y restaurantes se “alinearon” con el mismo discurso. En un bonito oficio —que ya parece plantilla prediseñada— informaron que no se pusieron de acuerdo (ellos, no los turistas), y que gracias al esfuerzo del personal, poniéndose la camiseta y dando el “200%”, quizá el próximo año haya mejores noticias. Eso sí, siempre y cuando no aparezca antes alguna “necesaria inversión empresarial”, como un nuevo vehículo del patrón, registrada —por supuesto— como gasto corporativo.
Algunas cadenas, en un derroche de generosidad, sí entregaron entre 5 mil y 8 mil pesos por trabajador. Pero según contadores internos, haciendo las cuentas legales y sin maquillaje, a cada empleado le corresponderían entre 27 mil y 45 mil pesos de utilidades reales. ¿El resultado? Otro año más de fraudes disfrazados de austeridad fiscal.
En los próximos días, no se sorprenda usted si ve manifestaciones en las calles de Cancún, Playa del Carmen o Tulum. Será la misma historia de siempre: trabajadores del turismo exigiendo lo que por ley les corresponde, mientras los altos ejecutivos reparten dividendos y se quejan —entre copa y copa— de lo “complicado” que es hacer negocios en México.
Porque, al final del día, el paraíso no es para todos. Algunos se broncean en la terraza de su suite; otros, bajo el sol de la calle, exigiendo justicia.