octubre 28, 2025

Paso En Falso

En Quintana Roo, la política se ha convertido en un espectáculo donde la simulación ha reemplazado a la rendición de cuentas. Eric Arcila, diputado local por Morena, es hoy el rostro más visible de esa estrategia vieja, aunque reciclada con nuevos viniles, camionetas rotuladas y selfies. Su caso es un claro ejemplo de cómo la delgada línea entre gestión legislativa y promoción anticipada no solo se borra, sino que se pisotea con cinismo. Mientras el discurso de la Cuarta Transformación habla de honestidad y austeridad, Arcila protagoniza una especie de “stand-up político” que, aunque pueda causar risa a algunos, es en realidad un síntoma grave del deterioro democrático que padecemos.

Los reportajes y columnas que documentan su “desenfreno electoral” no se reducen a simples chismes políticos; revelan una práctica estructural de abuso de recursos, disfrazada de cercanía con el pueblo. ¿De verdad alguien cree que una camioneta con su nombre y foto —circulando como unidad de “atención ciudadana”— es para ayudar y no para posicionarse? Arcila lo justifica diciendo que la paga él mismo, como si eso bastara para validar una campaña paralela que burla los tiempos oficiales. El problema no es solo ético; es legal y profundamente deshonesto con la ciudadanía que espera representación, no promoción.

Lo más preocupante es que ni siquiera dentro de su propio partido hay consecuencias. Morena, tan severa con sus adversarios, guarda silencio cuando uno de los suyos juega con las reglas. Es como si se permitiera la simulación mientras no se cuestione el liderazgo ni se desvíe la narrativa oficial. El PAN, con su crítica, no es menos hipócrita, pues ha hecho lo mismo cuando ha tenido el poder. Pero eso no exime a Arcila. Su estrategia es clara: sembrar imagen ahora para cosechar candidaturas mañana. Y en ese camino, lo que menos importa es legislar o participar en los debates que sí transforman la vida de la gente.

Porque no olvidemos lo esencial: Arcila no destaca por sus aportaciones al Congreso, sino por su habilidad para figurar en redes y encabezados. La política del espectáculo tiene un nuevo embajador, y está en Cancún. Mientras tanto, los ciudadanos seguimos esperando resultados tangibles, no campañas disfrazadas de gestión. Y en un estado tan golpeado por la corrupción y la desigualdad, eso no debería causarnos risa. Debería indignarnos.

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