septiembre 28, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

CDMX.- Durante décadas, la idea de formar un hogar estuvo íntimamente ligada al matrimonio tradicional. Sin embargo, en los últimos cinco años esa noción ha comenzado a desdibujarse en el mapa inmobiliario del país. Hoy, adquirir una vivienda ya no es cosa exclusiva de esposos: redes de confianza como amistades, hermanos o parejas del mismo sexo están construyendo su propio patrimonio, con cifras que revelan una auténtica revolución silenciosa.

Entre 2020 y 2024, la compra de inmuebles entre amigos creció un sorprendente 139 por ciento, mientras que la adquisición entre parejas aumentó 101 por ciento. A simple vista parecen datos ordinarios, pero especialistas del sector inmobiliario señalan que esas categorías esconden un cambio profundo: las parejas LGBT+ están ejerciendo su derecho a la vivienda compartida, muchas veces al margen del reconocimiento legal del matrimonio igualitario, que en 2019 aún no existía en varios estados del país.

El cambio no se limita a las parejas. La alianza económica entre hijos y progenitores creció 96 por ciento en ese mismo periodo, y la compra conjunta entre hermanos aumentó 53 por ciento. ¿La razón? Una combinación entre voluntad colectiva y nuevas políticas públicas que rompen con el modelo tradicional.

Todo esto ha sido posible, en gran medida, gracias al programa Unamos Créditos del Infonavit, lanzado en 2020. Esta modalidad permite que dos personas—sin necesidad de estar casadas ni ser pareja sentimental—puedan juntar sus créditos para comprar una vivienda. Desde su implementación, se han otorgado 279 mil 634 créditos bajo esta modalidad: 39 mil 758 en 2020; 52 mil 500 en 2021; 47 mil 262 en 2022; 59 mil 526 en 2023; y un histórico pico de 80 mil 638 en 2024. El crecimiento acumulado en cinco años es del 103 por ciento.

Carlos Martínez Velázquez, quien dirigió el Infonavit entre 2018 y 2024, defendió esta apertura como un paso lógico hacia la equidad y la inclusión: “las restricciones anteriores no tenían ningún sentido”, dijo en más de una ocasión. En su oficina, el término ‘amigos’ se usaba como un guiño: una puerta discreta para incluir a quienes las leyes civiles seguían excluyendo.

No hay que olvidar que, hasta hace apenas unos años, entidades como Nuevo León litigaban en la Suprema Corte para defender códigos civiles que definían el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer “para perpetuar la especie”. Hoy, esa visión queda cada vez más atrás frente a una realidad en la que el derecho a un hogar se ejerce desde el afecto, la solidaridad y las decisiones compartidas, sin importar la forma que éstas adopten.

El hogar en México ya no se define solo por el acta de matrimonio, sino por los lazos humanos que sostienen la vida cotidiana. Y eso, en sí mismo, es un triunfo.

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