Paso En Falso
La visita de Claudia Sheinbaum a Quintana Roo se venderá desde el aparato oficial como un gesto de unidad y respaldo a la gobernadora Mara Lezama. El guión está listo: sonrisas para la foto, discursos sobre el potencial turístico del estado y un par de frases sobre “seguir trabajando juntos por el bienestar de la gente”. Sin embargo, bajo ese barniz de cordialidad, hay un contexto político y social que no se borra con un par de imágenes en redes: el asesinato de tres líderes sindicales en menos de dos meses y una notoria baja en el turismo. Dos golpes duros para un estado cuya economía depende, como pocas en México, de la estabilidad y la percepción internacional.
No es casual que la Presidenta pernocte en Chetumal, haga su Mañanera aquí y se reúna con mandatarios de Guatemala y Belice en la región. El sur de Quintana Roo siempre ha sido un territorio que el centro del país mira con interés estratégico, pero también con preocupación cuando huele a problemas. En lo público, el mensaje será de respaldo; en lo privado, la conversación podría ser mucho menos amable. Cuando el turismo se contrae y la violencia manda señales de que el estado no es tan “seguro y estable” como se promociona, es difícil pensar que todo sea coincidencia.
La política tiene su propio lenguaje y, a veces, un viaje no es un viaje: es un recordatorio. Quintana Roo es una joya turística que no se puede dar el lujo de perder brillo. La inseguridad y la gestión errática del crecimiento han dejado fisuras que hoy ya no se pueden disimular. No es descabellado pensar que Sheinbaum venga también a dejar claro que, aunque el discurso oficial sea de apoyo, en la mesa privada habrá cuestionamientos sobre el rumbo que está tomando la entidad. Un “jalón de orejas” no se anuncia, se da.
Lo que está en juego no es sólo la imagen de Mara Lezama, sino la de un estado que es vitrina de México para el mundo. El turismo internacional no se convence con discursos, sino con resultados tangibles en seguridad, infraestructura y calidad de vida. Si en el corto plazo no se corrigen los problemas, no habrá foto ni visita presidencial que evite que la joya de la corona mexicana pierda su valor. Y eso, en política y en economía, es un lujo que nadie quiere pagar.
