octubre 16, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

Quintana Roo.- Se supone —al menos en teoría— que cuando los líderes nacionales de un partido visitan los estados, lo hacen para sumar, sanar heridas y encaminar a las huestes locales hacia la unidad. Pero la teoría, en Quintana Roo, rara vez sobrevive a la práctica.

La reciente visita del jefe nacional del PAN, Jorge Romero, acompañado del senador y excandidato presidencial Ricardo Anaya, dejó al descubierto que el panismo caribeño está más dividido que nunca. Lo que debía ser un encuentro de reconciliación se convirtió en una pasarela privada donde solo se permitió el acceso a los “aceptados”.

Con Reyna Tamayo como dirigente estatal, la estructura actual del PAN en Quintana Roo parece más interesada en cuidar el control del partido que en abrirlo a las voces disidentes. “Solo faltó el cadenero”, ironizó un militante excluido de los eventos, al referirse al hermetismo con el que se manejó la gira de Romero y Anaya.

De acuerdo con diversas fuentes internas, el diputado federal y delegado Ernesto Sánchez fue quien “le tapó los ojos” a los líderes nacionales, mostrándoles una realidad maquillada y a modo, donde la fractura interna se disfraza con discursos sobre renovación y compromiso.

El resultado fue un espejismo: los líderes se fueron convencidos de que el PAN quintanarroense marcha unido, cuando en realidad la militancia vive desencantada, sin rumbo ni voz dentro de su propio partido.

Y mientras las cúpulas celebran en fiestas cerradas, muchos panistas comienzan a mirar hacia otros colores. El naranja de Movimiento Ciudadano, por ejemplo, se está volviendo un destino tentador para quienes ya no creen en la vieja casa azul. Porque al final, cuando la puerta del partido se cierra, las alianzas se mudan… y la unidad, esa que tanto presumen en los discursos, termina siendo solo un mito de campaña.

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