
El caso Heyden Cebada Rivas ya no es un capítulo local: es el manual de bolsillo del cinismo político VERDE —y de la complicidad útil—. Bien dicen: puedes despedir a un trabajador, puedes rescindir un contrato, puedes romper una sociedad, puedes divorciarte, pero nunca podrás deshacerte de un cómplice. Y Heyden es eso para Mara Lezama: un cómplice estructural, no un subordinado prescindible. Su permanencia no es un accidente procesal: es un pacto.
Mientras en Palacio Nacional se vendió la Reforma Judicial como el golpe maestro de la 4T contra la herencia del viejo régimen —elección popular de jueces, límite a la discrecionalidad, anticaptura de poderes—, en Quintana Roo el presidente del Tribunal Superior de Justicia se reeligió como si nada para 15 años más, sin una urna, sin padrón y sin guardar siquiera las formas. Y conviene no olvidar el origen del expediente: Heyden llegó ilegalmente porque no cumplía los requisitos para ser notario; y aun así, fue el primero que Mara “mandó” al gabinete judicial cuando todavía era Carlos Joaquín gobernador. Es decir: su ilegalidad no lo inhabilitó, lo acreditó.
Que ahora la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Consejería Jurídica de la Presidencia entren al ring no es un movimiento burocrático: es una llamada al orden a un magistrado que se creyó fuera del alcance de la Constitución. Heyden fue juez y parte al redactar su propia permanencia; el Congreso fue coro y no contrapeso. La afrenta no es menor: contravino el espíritu y la letra de la reforma estelar del propio gobierno federal. El mensaje implícito: el Verde puede violar las reglas frente a la 4T y salir silbando.
No es la primera vez. Cuando la 17ª Legislatura intentó aplicar la política de austeridad, Heyden respondió con una controversia constitucional… contra el Congreso. Y ganó. Luego regresó con una reforma hecha a su medida y volvió a ganar. Lo hizo sin rubor, con la soberbia de quien aprendió que en Quintana Roo el poder no se equilibra: se impone. El Tribunal, que debería ser contención, se volvió trampolín personal y escudo del pacto político que lo parió.
Hoy el tablero cambió. El expediente llegó a ventanillas que no le obedecen. Heyden puede renunciar o estirar la liga, pero cada día de resistencia aumenta el costo político y exhibe la obscena complicidad de quienes lo sostuvieron. Si la Presidencia y la CNDH permiten que este pase automático sobreviva, la Reforma Judicial quedará como marketing. Y si lo revientan, no sólo caerá Heyden: quedará desnudo el pacto de soberbia, impunidad y obediencia ciega que el Verde hizo ley en Quintana Roo —con la firma de Mara al pie, y el cómplice intacto hasta que la historia decida si lo expulsa o lo archiva en oro.