Redacción / Quintana Roo Ahora
Ya era hora de que alguien dijera “basta”. Lo que ocurrió con Fátima Bosch, la representante de México en Miss Universo, no es un simple malentendido ni un “momento incómodo” —es una muestra clara de abuso de poder y machismo disfrazado de protocolo.
Durante la entrega de bandas, el empresario tailandés Nawat Itsaragrisil se sintió con el derecho de levantarle la voz a una participante, exigirle “mostrar la mano” y humillarla públicamente, solo porque no había compartido lo que él quería en redes sociales. ¿Perdón? ¿Desde cuándo ser reina de belleza implica obedecer órdenes como si se tratara de una marioneta?
La respuesta de Fátima fue tan firme como necesaria: “Porque tengo voz, y lo que ha hecho no es correcto. Usted no me está respetando como mujer”. Y ahí está el verdadero acto de realeza: en defender la dignidad, no en sonreír ante el abuso.
Lo más indignante es que el empresario, incapaz de aceptar que una mujer lo enfrentara, llamó a seguridad para sacarla. Pero no contaba con la solidaridad de otras concursantes —incluida la actual Miss Universo— que decidieron acompañarla en señal de apoyo.
@missuniverse5801 Fátima todos estamos contigo, no puedo crees que el cirquero de quinta de nawat le haya faltado el respeto, eres una reina porque tienes una voz y no estás sola💔🫶🏻🫶🏻 #missuniverse #fyppppppppppppppppppppppp #fatimabosch ♬ sonido original – MissUniverse
La Organización Miss Universo salió a dar su comunicado, muy diplomático, hablando de “respeto y seguridad”, pero el daño ya está hecho. No basta con declaraciones institucionales; se necesita acción y consecuencia.
Porque si Miss Universo realmente representa a mujeres fuertes, inteligentes y libres, no puede permitir que sus participantes sean humilladas por quienes deberían garantizar su seguridad. Fátima Bosch no solo defendió su nombre, defendió la voz de todas las que alguna vez fueron tratadas con desprecio bajo el disfraz de la “elegancia”.
Y hoy, con toda razón, México está con ella.
