noviembre 3, 2025

Paso En Falso

En la fauna política de Quintana Roo hay personajes que sobreviven no por talento, sino por la habilidad camaleónica de adaptarse al color del poder. Eduardo Ortiz Jasso es un claro ejemplo de ello. Personaje oportunista y desleal que se acomodó en todos los gobiernos que pudo. Desde Francisco Alor, pasando por Greg Sánchez con el cual fue hecho a un lado en la negociación con Félix González, regresando al IMPLAM con Julián Ricalde con quien tampoco acabó en buenos términos. Luego se coló en el gobierno de Carlos Joaquín a merced de las recomendaciones de Pancho Domínguez ex gobernador panista de Querétaro, a todos los engañó con sus supuestas relaciones con la ONU y con millonarios recursos económicos a fondo perdido. Nunca bajó un solo peso.

El más reciente episodio de esta novela de oportunismo se escribe desde Portugal, donde Ortiz Jasso intenta adquirir por 2 millones 700 mil euros (unos 57 millones de pesos) la Quinta das Baldrucas, una propiedad digna de la nobleza europea. Resulta irónico que quien nunca logró bajar un solo peso de inversión pública, ahora disponga de una fortuna capaz de comprar un palacio con jardín francés y reloj en torre. Allá, en la elegante Avenida de Liberdade de Lisboa, se presenta como “funcionario de la ONU”, título que, como muchos otros, se adjudica sin respaldo real.

El guion se repite: un funcionario menor que se vende como enlace internacional, que presume relaciones con millonarios y organismos globales, y que termina dejando más dudas que resultados. En su paso por la Agencia de Proyectos Estratégicos (Ageproo), Ortiz Jasso prometió atraer capital privado, pero lo único que movió fueron las escrituras del patrimonio estatal. Hoy, bajo el amparo de sus viejas conexiones políticas, intenta lavar su imagen —y, según se comenta en pasillos judiciales, quizá algo más— con inversiones en el extranjero. De hecho, fuentes cercanas aseguran que ya estaría siendo investigado por presunto enriquecimiento ilícito.

Ortiz Jasso encarna al burócrata que florece en las grietas del sistema, donde la ética es flexible y la memoria institucional corta. Su historia no es la de un arquitecto del desarrollo, sino la de un arquitecto del engaño: construyó su carrera sobre cimientos de simulación y se mudó de gobierno en gobierno como quien muda de piel. Y mientras en Quintana Roo los proyectos que prometió siguen inconclusos o vendidos al mejor postor, él busca erigir en Europa su nuevo monumento personal: un hotel de lujo financiado, quizá, con los sueños rotos de un estado que ya lo olvidó.

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