diciembre 29, 2025

Paso En Falso

Hay textos que no son inocentes aunque se disfracen de análisis técnico. El firmado por Joaquín Quiroz, pluma pagada de Félix González y Roberto Borge, y cercana al aparato de comunicación del marismo y orbitando alrededor de la vocería oficial de Laura Aguilar, es uno de ellos. No estamos ante una crítica aislada ni ante un ejercicio de periodismo severo pero responsable. Es, más bien, una pieza políticamente dirigida que decide golpear a Rafael Marín Mollinedo con una narrativa que rebasa por mucho su figura individual y se adentra, quizá sin pudor, en el corazón simbólico del obradorismo.

Porque cuando se acusa a Marín de decisiones apresuradas, de omisiones estructurales, de priorizar la foto sobre el dictamen técnico y de encabezar una cultura institucional deficiente, no se está señalando solo a un funcionario. Se está cuestionando el modelo completo de gestión que sostuvo proyectos emblemáticos del sexenio pasado. Y ese modelo no nació en el vacío ni fue un accidente administrativo: fue una apuesta política clara del expresidente Andrés Manuel López Obrador, defendida desde Palacio Nacional como parte del relato transformador.

Marín Mollinedo no fue un técnico aislado ni un burócrata de relleno. Fue un operador de confianza, colocado estratégicamente por encarnar una forma de hacer política y de ejecutar proyectos alineada con la lógica de la Cuarta Transformación. Por eso, cuando el aparato de comunicación del marismo lo exhibe como síntoma de fallas sistémicas, la crítica escala inevitablemente hacia quienes diseñaron, avalaron y protegieron ese esquema. Golpear a Marín, en este contexto, es golpear a AMLO, a su método y a su idea de que la legitimidad política podía compensar los riesgos técnicos.

Ahí está la paradoja que hoy el marismo parece no querer ver. En su prisa por reacomodar el tablero rumbo a la sucesión —y allanar el camino a perfiles como el de Gino Segura, a quien Andy López le habría reclamado pagar al Quequi de Pepe Gómez, quien se dedica a golpear al obradorismo y al propio Andy, es decir la misma mecánica de tirar la piedra y esconder la mano— termina abriendo una grieta innecesaria contra el legado que dice defender. Queriendo debilitar a un operador, debilita el origen. Queriendo ganar una disputa interna, pone en entredicho a la 4T. En política, no todo golpe conviene, y este, mal calibrado, amenaza con impactar directo al centro del obradorismo.

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