diciembre 21, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

México.- Indignante. No hay otra palabra para describir la historia que hoy circula como pólvora en redes: un niño fue retirado de una posada escolar porque sus padres no dieron la famosa cooperación. Así, como si nada, como si se tratara de un objeto incómodo que estorbaba en el festejo.

¿Y cuál fue la explicación? Según se comenta, la maestra decidió apartarlo “para que no se quedara viendo cómo los demás disfrutan y no se afectara”. ¿En serio? ¿A quién pretenden engañar con ese discurso? ¿De cuándo acá excluir a un niño es un acto de protección emocional? Lo que se hizo se llama marginación, punto.

Pero lo peor no es solo la decisión… sino que el tema haya dividido opiniones. ¿De verdad hay quien cree que está bien? Algunos justifican a la docente diciendo que es “lo justo para quienes sí cooperaron”. Pues no, lo justo es enseñar valores, no clasismo escolar. Lo justo es explicar que un evento infantil no debería depender del bolsillo de nadie.

Porque aquí el único que no tiene la culpa es el niño. No pidió quedarse afuera. Tampoco tuvo voz ni voto. Se vio en medio de adultos que creen que todo se compra, incluso la convivencia.

Mientras unos aplauden la decisión porque “reglas son reglas”, hay quienes todavía tenemos claro que una escuela es un espacio para formar seres humanos, no cuentas por cobrar. ¿Qué mensaje se le dio a ese pequeño?:
Que si sus padres no tienen dinero, no merece celebrar; que su lugar vale menos; que pertenece al rincón, no al grupo.

Esta historia muestra lo peor de nosotros: la falta total de empatía, la incapacidad de pensar en el impacto emocional y el terrible hábito de normalizar la exclusión.

Y sí, podrán decir que “así funciona todo”, que si no pagas, no entras. Pero hablamos de un menor. De un ambiente escolar. De una celebración navideña.

Así que la pregunta queda en el aire:
¿Qué clase de comunidad educativa quiere construir una fiesta a costa de lastimar a un niño?

Porque si esa es la educación, mejor cancelen la posada completa. Quién sabe, tal vez el único que realmente aprendió algo ese día fue el pequeño… y la lección fue cruel.

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