septiembre 28, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

Puerto Morelos.- En la Secundaria Técnica Número 7 de Puerto Morelos, los primeros besos y las declaraciones de amor parecen más románticos, quizás porque el patio de la escuela se abre hacia el inmenso y fresco Mar Caribe, un mar adornado por atardeceres en tonos rosas y naranjas. Este escenario idílico es el que ven a diario los estudiantes, sus padres y madres, quienes consideran a esta escuela como un sueño hecho realidad, una oportunidad para que las personas de escasos recursos accedan a una educación técnica, aprendan un oficio y consigan un empleo digno. Pero, mientras tanto, el sector político-inmobiliario observa este lugar con otros ojos: ven un lote desaprovechado, con una ubicación envidiable, ideal para proyectos hoteleros o residenciales. Este escenario no es nuevo en Quintana Roo, donde las autoridades federales y colectivos ciudadanos han documentado el desarrollo irregular en el último lustro.

Para la Secundaria Técnica Número 7, las amenazas han sido constantes. Ha enfrentado intentos de cierre, reubicación, reducción de espacios y talleres, y recortes en matrícula y presupuesto. Sin embargo, la comunidad escolar no se ha quedado de brazos cruzados. En febrero pasado, un grupo de estudiantes se organizó para lanzar la iniciativa «No al despojo». La primera acción fue crear una comitiva especial que investigara la historia de la escuela, encabezada por Guadalupe Velázquez, profesora de Geografía y doctora en Hidrogeología.

Durante semanas, los estudiantes se sumergieron en archivos, entrevistaron a egresados y rescataron datos históricos. Descubrieron que esta escuela es la segunda más antigua del norte del Caribe mexicano, fundada cuando Puerto Morelos era aún un pequeño pueblo pesquero. «La idea era contribuir desde la clase de Geografía para algo que nos ayudara a tener la certeza de que éramos de los sitios más antiguos de educación», comenta la profesora Velázquez. «Y sí, las chicas documentaron que tenemos 51 años de vida. Esto quiere decir que la escuela es un patrimonio cultural en la localidad. Creo que se tiene que preservar esta escuela en lugar de tirarla y desaparecer», añade, lamentando la falta de identidad en el Estado más joven del país.

Humberto Chan, a sus 69 años, aún recuerda con detalle la inauguración de la secundaria en febrero de 1973. Originario de Tihosuco, un lejano pueblito en el corazón de la zona indígena de Quintana Roo, Chan formó parte de la primera generación de estudiantes. «Fue muy sorprendente porque para nosotros era un mundo nuevo; nosotros no salíamos de nuestros pueblitos y llegamos a ver el mar. Éramos siete los que llegamos de Tihosuco y recuerdo mucho ese aroma a marisco que luego ya nos acostumbramos», relata. Como él, la mayoría de los 34 compañeros eran de comunidades indígenas y zonas apartadas del Estado; personas de escasos recursos que encontraron aquí una oportunidad para formarse en un sistema que inicialmente funcionaba como internado.

A lo largo de los años, la secundaria se transformó. Cambió de internado a albergue y luego a una escuela normal, perdiendo poco a poco el espíritu social que la caracterizaba. Para Freddy, un profesor que ha sido testigo de estas transformaciones, es lamentable ver cómo se ha perdido el enfoque en la justicia social y la educación técnica, que alguna vez preparaba a los jóvenes para integrarse en la industria pesquera local.

La mayor amenaza se dio en 2015, cuando el exgobernador Roberto Borge, hoy en proceso judicial por delitos de delincuencia organizada y lavado de dinero, mostró interés en el terreno de la secundaria. «Estábamos en clase cuando se escuchó el helicóptero. Yo daba Español. Era como a las 11:00 de la mañana. Ese día estaba Borge sobrevolando en un helicóptero. Dio como tres vueltas y aterrizó aquí en el muelle. Y sí, vimos al gordito que se bajó, con su guayabera blanca impecable. Se baja con otra persona y solo vemos que está señalando extensiones de la escuela con el dedo», recuerda Freddy.

A partir de ese momento, la secundaria comenzó a recibir presiones para su reubicación. Sin embargo, la resistencia de la comunidad fue firme, liderada por Marco Pérez Flores, presidente de la Sociedad de Padres de Familia en ese entonces. Finalmente, un amparo permitió frenar los planes de reubicación, pero las presiones continuaron de otras maneras, como la disminución del presupuesto y el deterioro de las instalaciones.

En la actualidad, los edificios están en ruinas, y los talleres técnicos han desaparecido casi por completo. Aida Durán y Guadalupe Poot, dos estudiantes de 13 años que participaron en la investigación histórica, ven con preocupación los nuevos desarrollos inmobiliarios que amenazan la escuela. «Para mí es algo muy feo porque estarían destruyendo algo que está beneficiando este lugar. Es educación, que todos deberíamos tener», dice Aida. Guadalupe añade: «Los hoteles dañarían al ambiente de aquí, la naturaleza, también el mar porque dañarían la duna costera».

No les falta razón. Desde 2018, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas ha interpuesto cerca de 150 denuncias por delitos ambientales en la zona. Y mientras el desarrollo inmobiliario continúa avanzando, la Secundaria Técnica Número 7 se mantiene como uno de los últimos bastiones de resistencia, un recordatorio de la importancia de preservar la historia, la cultura y la educación en Puerto Morelos.

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