septiembre 28, 2025

Paso En Falso

A tres años de que Quintana Roo se enfrente de nuevo a las urnas, la carrera hacia 2027 ha arrancado. Aunque la actual administración aún tiempo antes de culminar su periodo, la política, como bien sabemos, nunca descansa.

Las maquinarias internas ya están en marcha, las conversaciones en los pasillos están en su punto más álgido y los partidos de oposición, devastados tras los resultados de junio, aún no logran reponerse del golpe de realidad. Enfrentan seis años más bajo un gobierno de la 4T y, en lo local, tres años más en la penumbra de la política estatal.

Sin embargo, lo que debería ser un llamado a la acción para crear estructuras y fortalecer liderazgos, ha resultado en una inacción frustrante para aquellos que siguen firmes en sus convicciones, más allá de las siglas. Muchos de esos militantes históricos, los que sostuvieron a los partidos en las peores tormentas, ahora se sienten abandonados y desilusionados. Mientras que las dirigencias parecen anquilosadas, aquellos que aún tienen prestigio e historia están desbandándose, sin ver una dirección clara.

Y en Morena, esta debilidad de la oposición no pasa desapercibida. Podría decirse que en lo interno, el partido se siente cómodo, sin amenazas externas palpables. Pero esta tranquilidad es un arma de doble filo: la falta de un rival claro podría abrir la puerta a disputas internas más profundas. Los líderes nacionales de Morena lo saben y han lanzado una serie de advertencias: la competencia por las candidaturas no será suave ni predecible, y la inconformidad no será tolerada. Sin enemigos enfrente, las fricciones entre sus propios cuadros serán inevitables y, para Morena, este es un riesgo que prefieren evitar a toda costa.

En el sur de Quintana Roo, y específicamente en Othón P. Blanco, el panorama se vuelve aún más complejo. Aunque Morena y sus aliados se sientan confiados, en el bando naranja no piensan dejar la batalla en la línea de salida. Con Lidia Rojas Fabro a la cabeza, quien dejó claro en las urnas que tiene apoyo popular pese a su derrota, el proyecto de Movimiento Ciudadano sigue latente y con una meta clara: arrebatar la presidencia municipal en 2027. Para Morena, esto significa que su candidata o candidato no puede ser alguien sin presencia ni carisma; necesita ser alguien capaz de conectar genuinamente con el electorado, en especial en una región que históricamente ha sido difícil de conquistar.

En este contexto, la realidad es que Morena enfrenta dos desafíos. Primero, lograr cohesión interna y evitar que las facciones dejen fisuras visibles. Segundo, asegurar que los perfiles que postulen sean figuras con peso real y no meras apuestas de conveniencia. Porque mientras en el partido guinda miran hacia adentro buscando evitar rebeliones, en la otra acera hay actores que no han dejado de moverse y que en 2027 buscarán jugar todas sus cartas para ganar.

La pregunta es, ¿podrá Morena domar a su propio monstruo antes de que la oposición despierte?

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