 
                Paso En Falso 
Las oficinas cerradas de un partido que debería ser bastión de la democracia representan, más que una violación a los derechos partidistas, un síntoma de una enfermedad más profunda: el secuestro de la política por intereses mezquinos. Reyna Tamayo, presidenta estatal del Partido Acción Nacional (PAN) en Quintana Roo, parece haber adoptado prácticas que, lejos de honrar los ideales panistas, reflejan lo peor del clientelismo político que tanto se ha criticado en Morena.
El caso de la exsenadora Laura Susana Martínez Cárdenas es emblemático. Que la dirigencia estatal haya bloqueado el acceso a sus propias instalaciones en un momento crítico para el proceso interno no es un accidente, es una estrategia calculada. Si el PAN estatal presume ser un partido democrático, entonces el actuar de Tamayo y sus aliados contradice por completo ese principio. Al negar las condiciones mínimas para presentar una impugnación, Reyna no solo vulnera los derechos de una aspirante, sino que debilita aún más la credibilidad de un partido que ya se tambalea ante el avance de Morena en el estado.
Pero esto no se detiene en las puertas cerradas. Martínez Cárdenas denunció que Tamayo secuestró 50 firmas de consejeros estatales, asegurándose así una ventaja insuperable. En lugar de promover un proceso competitivo y justo, la actual dirigencia prefiere operar como una maquinaria de exclusión, diseñada para perpetuar su control. La pregunta que surge es inevitable: ¿qué teme tanto Reyna Tamayo? ¿Es acaso la democracia interna una amenaza para sus intereses?
Peor aún, Martínez Cárdenas señaló que Tamayo está convirtiendo al PAN en un «partido satélite» de Morena. La acusación no es menor, y de ser cierta, marcaría un giro histórico para un partido que se ha presentado como el principal contrapeso ideológico al lopezobradorismo. Si la dirigencia estatal del PAN ha decidido abrazar las mismas prácticas que critica en el oficialismo, los panistas de Quintana Roo tienen razones de sobra para preocuparse.
La exsenadora Susana Martínez ha prometido llevar su impugnación hasta las últimas consecuencias, no solo ante las instancias internas del partido, sino también ante el Tribunal Electoral. Su lucha, sin embargo, no debería ser solitaria. Es responsabilidad de los militantes panistas y de la ciudadanía exigir rendición de cuentas y garantizar que las dirigencias de los partidos representen los principios que dicen defender.
Reyna Tamayo podría pasar a la historia como la líder que transformó al PAN en Quintana Roo en un instrumento de control personal y sumisión al poder. Pero aún tiene la oportunidad de rectificar. Abrir las puertas, literal y metafóricamente, a la competencia interna y al debate es la única manera de salvar lo que queda de credibilidad en el partido. Porque, de lo contrario, los ideales del verdadero panismo quedarán enterrados bajo la sombra de la ambición desmedida y el autoritarismo disfrazado de democracia.
La pregunta sigue en el aire: ¿Es Reyna Tamayo el personaje que terminará de hundir al PAN?

 
                                                         
                                                         
                                                         
                                                         
                                                         
                                                         
                                                        