
Paso En Falso
En el corazón de Yucatán, en el tranquilo pueblo de Tekit, la calma se vio rota por un acto de violencia que sacudió a la comunidad. Un hombre, conocido como «El Wero», atacó con un machete a Doña Candy, una anciana que descansaba en la puerta de su casa. La noticia de su fallecimiento encendió la indignación de los habitantes, quienes, cansados de la inacción de las autoridades ante las reincidencias del agresor, decidieron tomar la justicia en sus propias manos, linchándolo y prendiéndole fuego en la plaza principal.
Este trágico suceso no es un caso aislado. El enfrentamiento en Sac-Xan entre pobladores y policías en Quintana Roo, es el grito de una ciudadanía harta de ser ignorada. La muerte de un joven en custodia, bajo circunstancias turbias, es el último eslabón de una cadena de abusos que se ha normalizado en el Estado. Detrás de cada detención arbitraria y cada caso de brutalidad, hay un sistema que no ha sabido reformarse ni profesionalizarse. Julio César Gómez Torres, al frente de la Seguridad Ciudadana, parece incapaz de liderar un cambio real en esta crisis.
Estos eventos reflejan una preocupante tendencia: cuando las instituciones encargadas de impartir justicia fallan en su labor, ya sea por procesos mal realizados, corrupción o simple desidia, la sociedad siente la necesidad de llenar ese vacío. La falta de denuncias, motivada por el miedo o la desconfianza en el sistema, agrava la situación, creando un círculo vicioso donde la impunidad reina y la justicia por mano propia se convierte en una opción desesperada.
Es imperativo reflexionar sobre las raíces de esta problemática. La solución no reside en justificar la violencia comunitaria, sino en fortalecer nuestras instituciones, garantizar procesos judiciales transparentes y fomentar una cultura de denuncia y confianza en la justicia. Solo así podremos romper este ciclo de violencia y construir una sociedad donde la justicia prevalezca sin necesidad de manchar nuestras manos.