Paso En Falso
Si algo ha quedado claro en Quintana Roo, es que la tecnología de vigilancia no está al servicio de la seguridad pública, sino de los intereses económicos. La reciente detención de 17 vendedores ambulantes en Cancún con drones y operativos aéreos lo deja en evidencia: hay un despliegue impresionante de recursos… pero para proteger el monopolio comercial de la Zona Hotelera, no para frenar la violencia del crimen organizado.
Los números son contundentes. En 34 horas de vuelo, los drones sobrevolaron 366 kilómetros, identificaron ambulantes y hasta participaron en rescates acuáticos. ¿Pero cuántos distribuidores de droga detuvieron? ¿Cuántos sicarios en motocicleta interceptaron antes de ejecutar a alguien en plena vía pública? La respuesta es un silencio incómodo. Porque cuando se trata de crimen organizado, la vigilancia aérea se vuelve ciega, sorda e inútil.
Este doble estándar en la aplicación de la ley no es casualidad. Es más fácil hostigar a un vendedor de artesanías que enfrentar a una célula delictiva. Es más redituable resguardar el turismo de elite que garantizar la seguridad de los ciudadanos. Es más conveniente presumir cifras de operativos exitosos contra ambulantes, que reconocer el fracaso en el combate a la delincuencia que realmente aterroriza a Quintana Roo.
Si las cámaras en el cielo sólo sirven para vigilar a los débiles y hacer la vista gorda con los poderosos, entonces no estamos ante un sistema de seguridad, sino ante un mecanismo de control selectivo. Y en este juego de prioridades torcidas, la ciudadanía sigue siendo la gran perdedora.
