octubre 29, 2025

Redacción / Quintana Roo Ahora

Las manifestaciones magisteriales siempre generan un fuerte debate en la opinión pública. Mientras que unos defienden su derecho a protestar por mejores condiciones laborales, otros critican el impacto que estas marchas tienen en la vida cotidiana de la ciudadanía.

Este martes, unos 10 mil docentes afiliados al Comité Central de Lucha Magisterial de Quintana Roo tomaron las calles de Cancún, provocando cierres viales y un colapso en la movilidad, especialmente en la Zona Hotelera. Lo hicieron a pesar de que la presidenta Claudia Sheinbaum ya había retirado la iniciativa de reforma de la Ley del ISSSTE.

La pregunta que surge es: ¿Cuál es el verdadero propósito de la protesta? Si la principal demanda de los maestros era el rechazo a la reforma, ¿por qué salir a marchar cuando esta ya fue retirada? Esto lleva a pensar que el conflicto no es solo por una iniciativa en particular, sino por un descontento acumulado que el magisterio ha arrastrado por años.

Sin embargo, el problema no es solo de los docentes. El Gobierno federal ha fallado en garantizar estabilidad y certidumbre al sector educativo. Los maestros han visto cómo sus condiciones laborales se deterioran y su sistema de pensiones se vuelve insostenible. Pero también es cierto que en medio de esta lucha legítima, los afectados terminan siendo miles de ciudadanos que dependen de las vialidades bloqueadas para trabajar, estudiar o simplemente continuar con su día.

El grito de los docentes con consignas como “El paro es culpa del Estado” y “Gobierno turistero y el ISSSTE sin dinero” refleja una realidad innegable: el magisterio se siente abandonado. No obstante, el reto está en encontrar formas de protesta que no generen más problemas de los que intentan solucionar.

Las autoridades deben atender estas exigencias con seriedad y sin esperar a que las calles se conviertan en el único espacio de diálogo. Pero los manifestantes también deben preguntarse si bloquear la ciudad y afectar a miles de personas es la mejor manera de hacer oír su voz.

El derecho a la protesta es legítimo, pero cuando el malestar de unos se convierte en el caos de todos, la línea entre la justicia y la presión se vuelve cada vez más delgada.

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