Paso En Falso
El priismo en Quintana Roo no está muerto, sólo se transformó. A pesar de que Morena llegó al poder con la bandera del cambio, la realidad es que el viejo régimen sigue más vivo que nunca, operando entre las sombras y moviendo los hilos de la política estatal. Félix González Canto, exgobernador del estado y una de las figuras más representativas del priismo local, dice estar «jubilado» de la política, pero su presencia en los círculos del poder demuestra lo contrario. Su cercanía con la administración de Mara Lezama es un recordatorio de que, aunque el color de las siglas haya cambiado, las mañas siguen siendo las mismas.
González Canto asegura que no ha recibido propuestas de Morena porque todos saben que es priista. Sin embargo, su asistencia a eventos oficiales y su presencia en los espacios donde se toman decisiones evidencian que su influencia sigue intacta. No es casualidad que se le vea en reuniones con alcaldes, legisladores y funcionarios de la administración estatal. Su voz sigue pesando, y en un estado donde la política se mueve con acuerdos en lo oscurito, es difícil creer que su papel sea sólo el de un observador pasivo.
Lo más preocupante es que el discurso de la transformación de Morena en Quintana Roo se vuelve cada vez más difícil de sostener. La inclusión de personajes priistas en el gabinete estatal y la influencia de figuras como González Canto ponen en duda el verdadero compromiso con el cambio prometido. La 4T en el estado se ha convertido en un reciclaje de viejos cuadros priistas, muchos de ellos responsables del saqueo y la corrupción que sumieron a Quintana Roo en crisis durante décadas. ¿Qué clase de transformación es esta, donde los mismos de siempre siguen al mando?
El caso de Félix González Canto es sólo un síntoma de un problema más grande: el priismo no se ha ido, sólo se ha disfrazado de Morena. Mientras la ciudadanía sigue esperando una verdadera transformación, los operadores del viejo régimen continúan manejando los hilos desde las sombras. Si la 4T en Quintana Roo quiere ser congruente con su discurso, debe cortar de raíz la influencia de estos personajes. De lo contrario, el cambio no será más que un espejismo, una ilusión para justificar que en el fondo, todo sigue igual.
