
Paso En Falso
Desde el pabellón del Caribe Mexicano, en el Tianguis Turístico 2025 celebrado en Baja California, Quintana Roo se vende como joya caribeña ante el mundo. Son doce destinos bajo un mismo sol: playas turquesa, selvas vivas y una cultura maya que resiste, pese al concreto. Más de 10 mil asistentes, 1,159 compradores y representantes de 35 países escuchan las bondades del paraíso. La narrativa suena bien: somos líderes turísticos, y no hay duda de que el Caribe Mexicano se ha consolidado como un gigante del sector. Pero ¿qué tan honesta es esa postal que mostramos?
La promoción de nuestros destinos es importante, pero resulta hipócrita si no va acompañada de acciones contundentes para mejorar el trato al turista, combatir la inseguridad y proteger el entorno natural. De nada sirve traer miles de visitantes si al pisar el aeropuerto se topan con acoso, cobros excesivos, transporte caótico y la amenaza latente del crimen organizado. Lo cortés no sólo no quita lo valiente, sino que aquí puede ser la diferencia entre una reseña positiva y una pesadilla viral en redes. El turismo no sólo necesita escenarios hermosos, sino experiencias humanas seguras y respetuosas.
Y luego está el tema que siempre se barre bajo la alfombra: la destrucción ambiental. Quintana Roo es un edén en jaque. La tala indiscriminada, los desarrollos hoteleros sin planeación, el colapso de los mantos acuíferos y la erosión costera son heridas abiertas que ni el mejor spot publicitario puede maquillar. El Tren Maya, los mega hoteles, los parques artificiales disfrazados de ecoturismo… todo eso va sumando a una deuda ecológica que ni los millones de visitantes podrán pagar. Promover sin proteger es un suicidio turístico.
Así que sí, aplaudimos la promoción. Pero exigimos coherencia. No matemos lo que le da riqueza a Quintana Roo: su gente, su biodiversidad, su mística. El turismo no debe ser un extractivismo disfrazado de prosperidad, sino una relación equilibrada entre quienes llegamos y quienes habitamos. Porque cuando el paraíso se convierte en negocio sin límites, termina por perderse entre la selva arrasada y la playa privatizada. Y entonces, ¿qué nos queda para ofrecer?