
Redacción / Quintana Roo Ahora
Puerto Morelos.- Por lo visto, en Quintana Roo la educación pública molesta. Y molesta mucho cuando tiene vista al mar. ¿Adivinen cuál es el nuevo “estorbo” para los sueños inmobiliarios del poder municipal? La Secundaria Técnica Número 7 de Puerto Morelos. Sí, una escuelita frente a la playa, que educa, forma y resiste. Pero claro, eso no deja ganancias como lo haría un bonito hotel de lujo.
No es la primera vez que quieren desaparecerla. Ya lo han intentado antes, pero ahora van con todo. Padres de familia denuncian bloqueos a las inscripciones, presiones, amenazas y hasta persecución. Todo porque el predio es demasiado valioso para “desperdiciarlo” en niños y libros. ¡Faltaba más! ¿Cómo se les ocurre tener una escuela donde podría haber un spa con vista al amanecer?
Lo más grotesco del caso es la respuesta que dio la presidenta municipal, Blanca Merari, cuando la gobernadora del estado preguntó por la secundaria: “esa que se debe quitar de ahí”, dijo, como quien se refiere a una barda vieja o a un árbol que tapa la vista. Ni una pizca de vergüenza, ni una palabra para defender la educación. Solo la urgencia por dejar “desierta” la propiedad y ponerla en la vitrina para inversionistas voraces.
¿Y los niños? ¿Y los docentes? ¿Y las familias que durante años han construido comunidad en ese espacio? Bien, gracias. Que se busquen otra escuela, otra colonia, otro mar.
La narrativa es clara: donde hay oportunidad de negocio, la educación pública debe replegarse. Donde hay plusvalía, la dignidad estorba. Porque claro, una secundaria frente al mar no se ve tan elegante como un resort de cinco estrellas. Aunque claro, nadie dice que esos desarrollos se levantarán sobre lo que fue un centro de enseñanza pública.
Y lo más indignante: todo esto se hace desde el poder. Desde las instituciones que deberían proteger a la comunidad, no venderla al mejor postor. ¿Qué sigue? ¿Rematar primarias con vista a la laguna? ¿Concesionar parques infantiles para hacer helipuertos?
La Secundaria Técnica Número 7 no debe desaparecer. No solo porque es una escuela, sino porque representa el límite entre lo público y el saqueo. Si permitimos que la tumben, abrimos la puerta para que cualquier espacio educativo sea sustituido por ladrillos de lujo y tarjetas VIP.
Porque no es solo una escuela. Es la prueba de que, en Quintana Roo, el verdadero obstáculo para el desarrollo… es tener conciencia. Y eso, definitivamente, no se vende.